Rechazo
Leo una encuesta que la Sociedad Interdisciplinaria de Sida ha realizado sobre la actitud de los españoles ante esta enfermedad.
Los resultados me sumen en la perplejidad y el desaliento: un 60% de padres reconoce que le incomodaría que sus hijos tuvieran que compartir pupitre con un niño infectado; cuatro de cada diez afirman que cambiarían a su hijo de colegio; un 18% estima que deberían publicarse listas de infectados para poder evitarles; el 15% cree que te puedes contagiar por compartir un vaso de agua; un 18% no mantendría ningún tipo de relación con un infectado; más de la mitad cambiaría de tienda si supiera que el dependiente es seropositivo; un 12% sentiría vergüenza si tuviera un enfermo en su familia, y casi uno de cada cinco españoles piensa que la culpa es del enfermo.
El porcentaje, en fin, de rechazo es tan elevado que imagino que parte de esa gente es la misma que con frecuencia se define a sí misma como no racista y solidaria. El porcentaje, digo, es tan escandaloso que imagino que tiene que haber entre ese grupo personas que, a pesar de rechazar a los seropositivos, mantenga luego relaciones fortuitas sin condón. La cantidad de personas que no quieren que su niño se mezcle con un contagiado es lo suficientemente alta como para que algunos de ellos sean, por fuerza, lectores, gente informada. Con lo cual, una entiende cada vez menos este mundo en el que, dicen, la información se ha democratizado tanto que llega a manos de cualquiera y, sin embargo, no consigue entrar en ciertas cabezas de corcho lo fácil que resulta prevenir este contagio en concreto. O tal vez es que la falta de piedad hacia la enfermedad es inherente al ser humano, de tal manera que, a pesar de las machaconas campañas, todo sigue igual que en tiempos de la sífilis.
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