Toca soñar
Hay muchas formas de presentarse a una final de la Champions. A mí me han tocado dos opuestas, ya que en la primera éramos segundos en la Liga y buscábamos alcanzar a un Real Madrid que nos aventajaba en puntos y goal average. La victoria en Wembley fue un ungüento milagroso que nos convenció de que todo era posible y llevamos a los madridistas a jugárselo todo en Tenerife. El mal fario tinerfeño funcionó y celebramos un doblete que unas semanas antes sonaba a imposible.
La segunda fue, si cabe, más rocambolesca, ya que la Liga se adelantaba al viernes para darnos tiempo a preparar la final de Atenas. González, portero del Deportivo, se vistió con las galas de Urruti, qué gran parapenaltis, para llevar la locura al Camp Nou y dejarnos a las puertas de una nueva doble celebración. Luego vino Atenas y el Milan nos pasó por encima en un encuentro en el que, de salida, nuestras opciones pasaban por alguna acción milagrosa de Romario o algún chispazo individual de alguno de nuestros talentos. No hubo ni chispazo ni nada que se le pareciese, sólo un enorme cortocircuito en nuestro sistema de juego, que se llevó por delante nuestras ilusiones de bicampeonar y a unos cuantos de los que formábamos aquella plantilla. Se habló de que nuestra ambición de ganar se había llenado con el inesperado triunfo en la Liga, se dijo que en aquel duelo de estilos no supimos valorar en su justa medida a nuestro rival, se dijo que quisimos recoger la Copa antes de ganar ese derecho en el terreno de juego, se dijo que es imposible tener dos picos de adrenalina tan altos como exigía el final de la Liga y el duelo ante el Milan. Se dijo y escribió mucho sobre Atenas y seguramente en todas esas explicaciones hay parte de verdad, no toda pero sí parte. Falta que enfrente teníamos a un gran equipo; ya se sabe que en nuestro país casi nunca el mérito es del rival, sino demérito de los nuestros.
El Barça persigue algo de dimensión estratosférica, que al inicio de temporada se cataloga de imposible
Llega a Roma el Barça tras una temporada triunfal, plena de buen juego, de partidos maravillosos, de grandes goles y un excelente trabajo colectivo. Llega el Barça siendo la referencia futbolística de Europa, del mundo, a lo largo de toda la temporada. Motivación, ilusión, juego colectivo y soluciones individuales. La sensación es que está en perfecto estado para lo que se avecina, un Manchester United que no es flor de una temporada, que lleva unas cuantas en las fases finales de la Champions (último y actual campeón), un MU que se ha proclamado campeón de la Liga inglesa sin demasiados problemas.
Le escuché a Butragueño que si en la galaxia hubiera más vida inteligente y les gustara el fútbol éste es el partido que habría que organizar para darles lo mejor de nuestro deporte. Y estoy de acuerdo con él. Sólo una pequeña broma sobre si se ha confirmado que en nuestro planeta hay vida inteligente, pero nada que reprochar en lo futbolístico.
Como ya habrán leído mucho sobre los dos estilos, sobre los dos entrenadores, sobre el duelo entre Messi y Cristiano Ronaldo, sobre todos y cada uno de los detalles de esta final, sólo me voy a quedar con un tema menor. El Barça persigue un sueño a nivel absoluto, de dimensión estratosférica, de ésos que al principio de temporada se catalogan de imposibles. Un sueño que al Manchester se le escapó en las semifinales de la Copa inglesa en los penaltis contra el Everton. Sería lo único que le faltaría a este encuentro, el que en 90 minutos uno de los dos equipos pasara a la gran historia del fútbol europeo y mundial. En este momento ese sueño es sólo blaugrana. Y los sueños son un excelente combustible para superar todas las dificultades, todas las adversidades.
Hoy toca soñar... y jugar.
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