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Columna
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Esta vida es una tómbola

El viejo refrán castellano y católico "El hombre propone y Dios dispone" se contiene también en la estrofa de Pedro Navaja, "la vida te da sorpresas/sorpresas te da la vida", y no olvidemos tampoco a Marisol cantando "la vida es una tómbola, twist, twist, tómbola". En la vida, como las quinielas y la lotería, jugar se juega, pero nunca toca. Y cuando toca, lo pilla a uno de sorpresa, como ocurrió en las pasadas elecciones. Touriño y Quintana (¿se acuerdan?) creían tener todas las papeletas, pero la tómbola tenía dueños, propietarios de periódicos de Madrid y A Coruña, y guardaron la papeleta del premio para Núñez Feijóo. Touriño y Quintana no se lo esperaban, Feijóo tampoco y, cuando abrió su sobre esperando otro "perro piloto", encontró la Presidencia de la Xunta. Hubo que improvisar. Y se nota, se está notando mucho.

Núñez Feijóo sabe que desde que le tocó la Xunta no hace más que vivir apuros y saltar obstáculos

Mariano Rajoy y la dirección del PP están encantados por el éxito en Galicia, tan encantados que por mucho que se les diga no atenderán a las advertencias de que no es que aquí ganasen ellos, sino que perdieron los otros y, además con tongo en la tómbola. Montados en el caballo blanco de su ilusión, que llevan Trillo y Camps por las riendas, cabalgan Mayor Oreja y Rajoy hacia las elecciones europeas. Nunca se sabe.

Pero Núñez Feijóo sí lo sabe, sabe que desde que le tocó la Xunta no hace más que vivir apuros y saltar obstáculos. Como jugaba a la tómbola sin esperanza alguna se dedicó a armar alboroto, criticando y denunciándolo todo, todo estaba mal, todo era corrupto, él haría. Al tocarle inesperadamente el premio se encontró con que había que desdecirse de todo, y a todo meter. Sus denuncias durante la campaña iban acompañadas de promesas inauditas: si gobernase, lo haría con gente competente, no toleraría ni un minuto más la corrupción rampante. Pero "una cosa es prometer y otra dar trigo". No hay trigo.

Ahora que tiene las llaves abrió el hórreo y su conselleira dice que está vacío: no hay dinero, sino agujero. Primero que no había trigo, pero semana a semana los anuncios son más serios, tampoco hay maíz, ni patatas (sería conveniente ante trance semejante leer lo que se dijo hace cuatro años cuando, en situación semejante, entraron los otros a gobernar tras la Xunta del Feijóo vicepresidente). El problema no es que el hórreo guarde más o menos pan, el problema es que el nuevo presidente prometió jamones y chorizos y no tenía ni cerdo. Prometió desgravaciones a las familias, pero no las habrá. ¿Y qué será de los Audis, "os nosos" Audis? ¿Estarán en un museo, en un garaje siniestro olvidados? ¿Los sortearán?) También derogaría el decreto del gallego en los cien primeros días y ahora ni se sabe qué ocurrirá, aunque el elefante ya entró en la cacharrería y ahora a ver quién lo saca, trompazo va y trompazo viene.

En cuanto a acabar con la tal corrupción, en su lista por Ourense traía a un señor que defraudaba conscientemente a Hacienda para que se ocupase de la hacienda autonómica; al revelarlo este periódico, la cosa resultó tan cómica que lo apartó de la lista. Debió de sentir que eso era un gesto de debilidad y decirse "nunca máis", así que en adelante debería de bastarnos su palabra, que sería garantía de probidad de las personas que él escogiese. Y así su palabra garantiza la idoneidad del conselleiro Agustín Hernández, el protagonista de un vodevil frenético. Entró en el escenario de la Xunta para escabullirse luego tras bambalinas a una empresa a la que favoreció antes para reaparecer de nuevo, cual pícaro arlequín, otra vez en el escenario y venga a volver a escaparse por una trampa. El poder de la palabra de Feijóo absuelve a Hernández de esos y otros desdoros. También a Rueda, lo mismo. Con el superdelegado en Ourense y sus papeles falsos, lo mismo. La palabra presidencial absuelve y protege, si dice que actuaron bien haciendo lo que no debían, pues así es, la promesa de acabar con la corrupción es la garantía que ampara a toda su administración. Lo prometido es deuda: ya no hay corrupción. Y es que hay manos que aunque se pongan al fuego no se queman.

¿Cómo explicarles a los estrategas madrileños que celebran la conquista y los éxitos en esta Galia lejana que esta Xunta es un fiasco? ¿Cómo contarles los apuros y tropiezos diarios de Feijóo a quien cabalga brioso hacia el horizonte europeo? No nos creerían, así que no se lo contamos.

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