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EL CORNER INGLÉS | Internacional
Columna
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El Manchester come espaguetis

- "En 1969 dejé el alcohol y las mujeres. Fueron los peores 20 minutos de mi vida": George Best, leyenda del Manchester United.

Ryan Giggs, el capitán del Manchester United, y su ex compañero Eric Cantona han alabado esta semana el juego del equipo de sus vidas. Giggs afirmó que el Manchester juega "como hay que hacerlo" y Cantona, en una entrevista buenísima en este diario con Borja Hermoso, declaró que juega "al ataque...; no es el Chelsea".

Ambos están atrapados en el tiempo. Durante la mayor parte de los 18 años que lleva Giggs en el Manchester es verdad que la filosofía del club ha sido audaz, incluso extravagante, fiel a la tradición de un equipo cuya leyenda se forjó en tiempos de Matt Busby, el entrenador escocés que conquistó la Copa de Europa en 1968. Aquel equipazo lo lideró el tridente más brillante de la historia del fútbol británico: George Best, el Leo Messi de las islas (en el campo, no en la vida privada); Denis Law, goleador fino y luchador, y el gran Bobby Charlton.

Ferguson se replanteó su filosofía y ha hecho un equipo más calculador, menos alegre, más cínico, menos juguetón
Lo ideal, para el espectáculo, sería que el Barça se pusiera con uno o dos goles de ventaja en el primer tiempo

Se retiraron los tres y durante casi 20 años el Manchester no hizo gran cosa; incluso bajó una temporada a la Segunda División. Pero llegó otro entrenador escocés, Alex Ferguson, en 1986; se incorporó al equipo Giggs en 1991, Cantona el año siguiente y, desde entonces, las gradas de Old Trafford no han dejado de corear, "Glory, glory, Man United!"

En Inglaterra, el Manchester arrasó, tanto en la Liga como en la Copa. Pero la gran frustración de Ferguson fue que, en tiempos de Cantona, no pudo ganar la Copa de Europa. Lo logró, por fin (y por los pelos), en 1999, pero después, nueve años de frustración más. El Manchester vivió una europesadilla tras otra. Como el Real Madrid en los últimos años.

Pero no fue por falta de buen juego. Uno de los recuerdos más gratos del madridismo es el de aquel taconazo de Fernando Redondo que acabó en gol de Raúl y una victoria por 2-3 en la Liga de Campeones contra el Manchester en Old Trafford en 2000. Lo que pocos madridistas recordarán es que aquella noche el Manchester jugó un fútbol mucho más expansivo, todos al ataque todo el tiempo.

Pero perdió, y siguió jugando así en Europa y siguió perdiendo. Lo cual hizo que Ferguson recapacitara. Y esto es lo que Giggs y Cantona no quieren entender: que Ferguson se replanteó toda su filosofía y tomó la decisión de convertir al Manchester en un equipo más calculador, menos alegre, más cínico, menos juguetón. Decidió aprender de los italianos: el resultado se convirtió en la prioridad; al espectáculo, que se dedique su archirrival en la Premier League, Arsène Wenger, el entrenador del Arsenal.

Y así fue que ganó la final de la Copa de Europa el año pasado, en los penaltis, tras 120 minutos contra el Chelsea, equipo al que se parece mucho más hoy el Manchester (Cantona se equivoca) que al bonito pero no tan eficaz Arsenal. Y así es que el Manchester ha ganado la Liga inglesa esta temporada, marcando 37 goles menos que el Barcelona hasta la fecha en su conquista de la Liga española.

Wenger pronosticó hace unos días que en la final contra el Barcelona, el próximo miércoles, el Manchester haría lo mismo que hizo el Chelsea en las semifinales: "Aparcar el autobús". Es decir, no competir por la posesión del balón en el centro del campo y levantar un muro alrededor de su área. La diferencia es que, en vez de jugar con un hombre arriba como lo hizo el Chelsea con Didier Drogba, el Manchester jugará con dos, Cristiano Ronaldo y Wayne Rooney. No tendrá diez hombres detrás del balón; tendrá nueve.

A no ser que el Manchester se ponga con un gol de ventaja, en cuyo caso Rooney jugará de segundo lateral derecho, apoyando a Patrice Evra en el marcaje de Messi. Lo ideal, desde el punto de vista del espectáculo y del Barça, sería que el equipo de Pep Guardiola se pusiera con uno o dos goles de ventaja en el primer tiempo, obligando a Ferguson a abandonar el fútbol espagueti y volver a sus raíces, a desplegar aquel juego airoso que recuerdan los dos viejos nostálgicos, Giggs y Cantona.

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