Un bosque con árboles de pólvora
Loris Gréaud trae a España su arte hecho de mórbidas obsesiones
Entrar en la instalación Cellar Door, best after the end (La puerta del sótano, mejor tras el final) es como meterse físicamente en un cuento de terror gótico. La pieza, del artista Loris Gréaud (París, 1979), es un bosque tenebroso que hasta el 15 de agosto ocupará una de las flamantes salas del centro de arte contemporáneo La Conservera de Murcia. Best after the end es la continuación de un proyecto más grande que ha pasado entre el año pasado y éste por el ICA de Londres, la Kunsthalle St. Gallen (Suiza) y el Palais de Tokio de París. Gréaud es, de hecho, el artista más joven en exponer en solitario en ese espacio.
Gréaud es tímido, podría pasar por un universitario francés con dificultades para adaptarse a España en su año de erasmus. Desde luego, no parece un artista experimental e inconformista que fue expulsado del Conservatorio de Música de París por promover un taller para desaprender. "Estudiaba música clásica, pero cuando conocí a John Cage sufrí un shock estético".
El artista usó 'feng shui' a la inversa para crear una casa encantada en París
Cellar Door es una obra imbricada, compuesta por un conjunto de exposiciones en las que Gréaud lleva trabajando desde 2004. "Mis obras son herramientas para pensar. Hacer que otros imaginen es una labor muy productiva", explica el artista. Lo cierto es que el bosque estimula imaginaciones desasosegantes en el espectador que se vuelven congoja cuando se entera de que los árboles esqueléticos que le rodean están hechos de pólvora.
Al final de este bosque arrasado hay un vehículo todoterreno. En su interior, un equipo de transmisión de televisión con cinco testimonios de personalidades de diferentes campos del conocimiento grabados y un reloj atómico que pondrá en marcha todo el mecanismo en 2076. "Ahora el coche es una escultura, pero cuando llegue su momento se podrá conducir y se sabrá lo que quedó registrado. Será un instrumento de conocimiento o puede que un arma intelectual". Gréaud firmó un contrato con las cinco personas que dejaron este "testamento" -entre las que hay un físico de partículas- en el que se compromete a no revelar su identidad.
En su obra se confunden ciencia, música, artes plásticas y filosofía. Se reconoce como perteneciente a una generación de artistas franceses caracterizada por el trabajo interdisciplinar. Gréaud juega con los testimonios póstumos, los materiales inflamables, se mueve en el lado oscuro porque dice que es más estimulante, pero no lo hace precisamente a tientas. En 2005 un mecenas le cedió un piso en París. Con la ayuda de expertos en feng shui y geobiólogos creó un entorno lo más desagradable posible y cedió el piso a quien quisiera ocuparlo con varias condiciones: no podían sacar fotos y en caso de accidente o suicidio eximían de responsabilidad al artista. 450 personas pasaron por él, cada día dejaban un mensaje grabado que se emitía en la radio nacional francesa. "Se quejaban de dolores de cabeza, depresión y extraños ruidos", dice el artista. "Sé que el feng shui tiene una base científica, pero lo que creo es que creé una casa encantada a base de sugestión".
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