La deuda privada cobra interés
Los expertos creen que es buen momento para invertir en renta fija empresarial
El mercado actual se asemeja al campo en otoño: hay una ristra de personas husmeando detrás de los matorrales. Los aficionados a la micología buscan las setas que dejan las primeras lluvias otoñales, y los inversores quieren encontrar desesperadamente los ya famosos brotes verdes, es decir, indicios que puedan confirmar que lo peor de la recesión ha quedado atrás. El peligro para los primeros es equivocarse y tomar por comestible una seta venenosa, mientras que para los segundos el riesgo es querer ver un signo de recuperación en algo que no lo es y, como consecuencia de ello, perder dinero por asumir más riesgo del que es razonable.
Uno de los atisbos, si no de mejoría, sí al menos de normalización económica, es la recuperación de renta fija privada. El temor de los inversores a un reguero de quiebras empresariales secó el mercado de la deuda corporativa en 2008 y disparó los spreads -diferencial entre lo que se pide por financiar a las empresas y el interés por prestar al Estado-. Es decir, hubo una huida masiva de los flujos de financiación hacia activos percibidos como más seguros, lo que se denomina fligh to quality, o huida hacia la calidad, y por tanto un retroceso de los precios de la renta fija corporativa.
Los bonos de alto rendimiento esconden aún riesgo de impago
Los fondos son la mejor alternativa para los minoristas en este mercado
La caída de los tipos de interés y la menguante rentabilidad de los activos de menor riesgo, unido al sentimiento de que quizá se había descontado un escenario demasiado catastrofista, ha mejorado la percepción de los inversores sobre la deuda corporativa. Desde comienzos de año, el mercado se ha abierto y las empresas europeas han batido su récord histórico de emisiones. Un dato que avala el apetito de los ahorradores por este activo es que las colocaciones de aquellas compañías que son percibidas como más solventes se han sobresuscrito en varias ocasiones. Aunque el repunte de la demanda ha provocado una caída de los diferenciales de los bonos corporativos frente a la deuda pública (en la renta fija, el precio del bono se mueve de forma inversa a su rentabilidad), los analistas creen que éstos aún son muy elevados y, por tanto, que la renta fija privada supone una alternativa de inversión interesante en estos momentos.
"Aunque somos conscientes de que la desintermediación de los bancos aumentará la oferta y la desaceleración económica prolongada dará lugar a un nivel más alto de impagos, consideramos que la renta fija privada descuenta unas perspectivas económicas excesivamente pesimistas y unos niveles de riesgo de impago elevados", explica Michael Krautzberger, codirector del equipo de renta fija de Europa de BlackRock. "Es cierto que estamos entrando en un periodo en el que los impagos pueden suponer un riesgo potencialmente mayor para los inversores. Sin embargo, la rentabilidad adicional que obtienen los inversores de los bonos corporativos más que compensa ese riesgo, especialmente dado que en algunos casos están generando un 8%-10% de rentabilidad al vencimiento. Además, si analizamos el periodo iniciado en 1970, los niveles de impago medios de los bonos con grado de inversión han sido muy bajos, en torno al 0,8% a lo largo de cualquier periodo de 5 años", añade Krautzberger, para quien las emisiones más atractivas son las de las entidades financieras con aval del Estado y las de las compañías de servicios públicos (utilities).
"Las luces empiezan a verse en la economía por la acción de los Gobiernos y los bancos centrales. Este escenario es el más propicio para la deuda privada, ya que históricamente el mercado de crédito ha sido siempre el primero en recuperarse, adelantándose a la renta variable", explica Virginia Romero, analista de Ahorro Corporación, para quien las emisiones empresariales "ahora mismo constituyen la inversión estrella".
Si el inversor confía en el análisis de las agencias de rating (Standard & Poor's, Moodys y Fitch), debe tener en cuenta una frontera clave a la hora de invertir en deuda privada: la que separa el grado de inversión y el bono basura. El primero lo tienen aquellas empresas que son más solventes, mientras el segundo es el sambenito que cargan las compañías con más problemas para cumplir con sus compromisos financieros. Las emisiones de deuda de los grupos con calificación de bono basura se conocen en la jerga como high yield, es decir, el cupón que pagan es mayor que los bonos con nota de grado de inversión, pero su riesgo de impago es mucho mayor (al menos, el bonista cobraría antes que el accionista en caso de quiebra).
Aunque los analistas creen que el mercado de crédito ha mejorado bastante, advierten que no lo ha hecho tanto como para asumir el riesgo que llevan implícitos los bonos high yield. "En este momento no recomendamos emisiones de alto rendimiento porque nos parece que la rentabilidad que ofrecen no da suficiente colchón de seguridad frente a las tasas de impago que va a haber en los próximos meses", resume Alberto Spagnolo, director de inversiones para España y Portugal de Merrill Lynch Banca Privada. Este experto aconseja invertir en emisiones de duraciones cortas (vencimientos de entre cuatro y seis años), ya que ve que hay un cierto peligro de subidas en los tipos de interés a medio plazo. Spagnolo no considera válida una estrategia de inversión sectorial y apuesta por estudiar emisión por emisión. "Hay sectores donde la calidad del rating no se corresponde con la solvencia real. La situación está rota y hay distorsiones en todos los sectores".
El inversor que quiera invertir en deuda privada lo puede hacer en el mercado primario o bien comprando bonos en el mercado secundario. Sin embargo, dada la complejidad de este activo, los expertos aconsejan al minorista que invierta siempre a través de fondos de inversión. "Es un mercado difícil, no sólo por sus complejidades técnicas, sino también porque se trata de activos para grandes cantidades. Los fondos suplen este obstáculo y ofrecen mayor diversificación", resume María Fernández, de Inversis.
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