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OPINIÓN
Columna
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El zorro en el corral

El chaparrón de adjetivos poco amables que el portavoz del PNV vertió sobre el presidente Zapatero en el debate del estado de la nación (versátil, poco fiable, voluble, improvisador e inestable, entre otras finas lindezas) tuvo como origen la negativa de los socialistas vascos a convertirse en miembros subalternos de un Ejecutivo encabezado por Ibarretxe. La investidura de Patxi López como lehendakari -Erkoreka utilizó con desdén el término castellano presidente- de un Gobierno monocolor apoyado desde fuera por el PP y UPyD recibió una descalificación zoomórfica: "ahora en Euskadi han puesto al zorro a cuidar el gallinero".

Abstracción hecha de los factores ideológicos, la estrategia socialista sonará familiar a los expertos en política comparada: las coaliciones reducidas suelen prevalecer sobre las extensas si ambas garantizan la estabilidad; y los partidos que las forman prefieren ser la cabeza antes que la cola del invento. El PSE-PSOE estaba condenado a un lugar secundario en una coalición de 55 diputados con el PNV: es lógico que eligiera gobernar en solitario con el respaldo parlamentario de 39 escaños.

El portavoz del PNV dirigió en el debate del Congreso una dura requisitoria contra el presidente Zapatero

La coalición entre PNV y PSE-PSOE -de 1987 a 1998- bajo la lehendakaritza de Ardanza benefició a la sociedad vasca, pero perjudicó los intereses electorales socialistas. Relegado el PSE a la zona de penumbra ante la opinión, el PNV se anotó todos los tantos de la acción de Gobierno gracias al presidencialismo del sistema. La ruptura de la coalición fue áspera y desagradable: el PSE abandonó de forma humillante el Ejecutivo mientras el PNV emprendía -con el lehendakari Ibarretxe como Moisés- la senda soberanista.

Situado en la posición central de los dos ejes de la política vasca (la contraposición ideológica izquierda-derecha y el enfrentamiento territorial autonomía-soberanismo), el PNV se cree con derecho a figurar en cualquier combinación de Gobierno: bien mediante una alianza con partidos de ámbito estatal (PSOE o PP), bien con el acuerdo de otras formaciones nacionalistas. Pero tras la derrota del tripartito el 1-M, Ibarretxe vio rechazada su oferta de coalición dirigida -primero- a los socialistas y -después- a los populares.

Zapatero recordó al portavoz del PNV que su partido -tan escandalizado por el sacrílego entendimiento en el País Vasco entre PSOE y PP- votó en su día la investidura de Aznar: "Ustedes tienen bula". Erkoreka replicó que en 1996 Aznar no era todavía un "personaje reaccionario, intolerante y autoritario", sino alguien abierto y flexible, dispuesto a renegociar el Concierto Económico. El relato de Anasagasti (Agur Aznar, 2004) sobre las amistosas conversaciones y suculentos almuerzos de los representantes jeltzales (Arzalluz, Ibarretxe, Egibar, Ollora y él mismo) con los dirigentes del PP (Rato, Mayor Oreja, Rajoy y el propio Aznar) en esas fechas añade que el voto de investidura también le valió al PNV para recuperar el patrimonio nacionalista incautado durante la Guerra Civil.

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