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Reportaje:

Regreso a Grazalema

15 mujeres arrojadas a una fosa en la Guerra Civil reciben ahora sepultura

Murieron hace 73 años. Y ha tenido que pasar todo este tiempo para que ganen una batalla que todos creían perdida. Ayer vencieron al olvido. Las 15 mujeres y el adolescente, cuyos restos aparecieron en una fosa de Grazalema donde fueron arrojados en 1936 tras crueles torturas, pudieron ser enterrados por fin con sus nombres y apellidos. En el cementerio de este pueblo gaditano quedará para siempre un mausoleo en su memoria. Los familiares no contienen ya las lágrimas. Sus madres, tías o abuelas ya no están desaparecidas. Ya pueden llorar sus muertes.

En la casa de Cristina Márquez siempre imperó el silencio sobre su abuela. "Sabía que la habían matado pero nada más". Buscó su nombre y sus apellidos por Internet. Buscó Grazalema. Y terminó por hallar la historia de la fosa de las mujeres. En una curva de la carretera hacia Ronda fueron arrojados los cuerpos de 15 vecinas capturadas por los militares franquistas. También fue enterrado un niño, al que encargaron cavar el agujero, sin saber que estaba abriendo su propia tumba. Tras ponerse en contacto con las autoridades locales, Cristina Márquez supo entonces que su abuela, Cristina Franco Domínguez, estaba entre los huesos hallados.

"Las raparon, las pasearon desnudas, tres estaban embarazadas"

La aparición de la fosa en 2006 abrió una ardua investigación auspiciada por el Ayuntamiento de Grazalema y la Diputación gaditana. Fue este trabajo el que permitió, a través del análisis forense y la recogida de testimonios orales, encontrar a los familiares de todas esas mujeres. A ellos se les entregó un informe de lo ocurrido en agosto de 1936. "Lo he tenido que leer como si fuera un libro, como si fuera otra persona. Hay demasiadas barbaridades como para pensar que eso le pasó realmente a mi abuela", recuerda Cristina Márquez.

La fosa de las mujeres se llenó de víctimas torturadas y vejadas. Grazalema había resistido con violencia el avance franquista y eso enervó a las tropas militares lideradas por dirigentes como Fernando Zamacola o el cabo Juan Badillo que entraron en la sierra gaditana. "Ellas pagaron con creces. Sufrieron fracturas, contusiones y cortes. Sólo han aparecido tres proyectiles de bala y muchas armas blancas. Sufrieron escarnios públicos, las raparon, las pasearon desnudas, tres estaban en avanzado estado de gestación", relata el coordinador político de la investigación, el alcalde de la pedanía de Benamahoma, Joaquín Gómez.

Ninguna tenía vinculación política directa. ¿Por qué las eligieron a ellas? "Mi abuela fue vista en el incendio de la iglesia que provocaron los republicanos. Algunos no la olvidaron pero ella sólo había ido porque el fuego cogía cerca de casa", relata Cristina Márquez. La abuela de José Sánchez, María Josefa Barea, fue señalada por acudir a las clases que impartía la telefonista del pueblo. "Ella sólo iba a llevarle la leche", recuerda su nieto. "Quisieron imponer el miedo de esta forma. Funcionaron los chivatazos, las mujeres que acudían a la escuela laica eran todas obreras y campesinas", explica Joaquín Gómez.

Ese miedo ha imperado en el pueblo y ha dificultado las labores de investigaciones para recoger los testimonios que han servido para completar la historia que no contaban los huesos. Pero, finalmente, Grazalema cerró ayer su herida con un entierro. Cinco cajas fueron llevadas desde la casa de la Cultura hasta el cementerio donde se ha levantado un mausoleo de hormigón blanco con las figuras a tamaño real de las 15 mujeres y el niño. "Estaban desaparecidas y yo creía que tenían que volver a aparecer de cuerpo presente. Las he colocado a todas ellas y al niño como si regresaran de un viaje", explica el escultor Andrés Montesanto, quien propuso levantar este monumento tras conocer la existencia de la fosa de las mujeres.

Esas mujeres inmortalizadas aparecen cogidas de la mano y sonriendo. Ya se sabe quiénes eran: Cristina Franco, María Josefa Barea, María Josefa Nogales, Isabel Atienza, Josefa de Jesús Gómez, Teresa Castro, Salud Alberto, Lolita Gómez, Jerónima Barea, Antonia Pérez, Natividad Vílchez, Ana Fernández, Teresa Menacho, Catalina Alcaraz, María Luisa Román y El Bizarrito. Y, al lado, una frase de Dulce Chacón: "Que mi nombre no se borre de la Historia". Los nombres de las que 73 años después han ganado su batalla al olvido.

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