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Columna
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El cabo Gutiérrez

Hay un sketch de Les Luthiers que retrata la toma de posesión de una dictadura militar suramericana. Puede ser cualquiera; como ha habido tantas se puede elegir la que se quiera. El narrador va relatando la toma de posesión de los nuevos ministros: "Ministro del Interior, el teniente general Fernández; ministro de Obras Públicas, el general Olivares; ministro de Sanidad, el comandante Bautista, etcétera, etcétera; ministro de Cultura, el cabo Gutiérrez". Ironizaba así el grupo argentino sobre el papel de la cultura en las dictaduras en general, siempre vista bajo el viejo axioma de Goebbels cuando dijo que al oír la palabra cultura echaba la mano a la pistola.

La cultura es la auténtica revolución. Lo de Mao era otra cosa más parecida al sketch de Les Luthiers. ¿Y qué viene todo esto, amén de las nulas ganas de reescribir sobre la grandeza de la afición del Athletic y la pequeñez del equipo frente al Barça? Pues viene a que el día anterior de la toma de posesión del nuevo Gobierno de Patxi López, leía el protocolo que organiza estos acontecimientos y que debe tener carácter general. Ya han adivinado quién es el último consejero o consejera en tomar posesión del cargo... Sí, el cabo Gutiérrez, si me permiten la broma.

Ya sé que en toda fila debe haber un primero y un último, y que esto no tiene mayor importancia, pero no me negarán que resulta algo más que casual que la cultura siempre cierre la fila del autobús, como una costumbre soportada también en la democracia.

Como aquí no se trata de criticar por criticar (aunque eso sea lo que mejor se paga en este mundo), quiero proponer una reforma total del protocolo, aplicando la lógica más aplastante, la equidistancia y todo lo que haga falta. Por ejemplo: la fila podía ir corriendo tras cada nuevo Gobierno, de forma que algún día los que fueron los últimos puedan ser los primeros; o se podía echar a suertes, o también organizar alternativamente por mujeres y hombres o por los que juran y los que prometen, o por los que lo hacen en euskera y los que lo hacen en castellano, o por orden de llegada al salón de actos. Si ninguna de estas propuestas vale, porque mucho me temo que salvo en la primera propuesta (que corra la fila), Cultura seguiría siendo la última, siempre queda el socorrido recurso del sorteo (cosa que no debe ser encargada a los servicios del Athletic).

Tema menor, pensarán; lo importante es que lo hagan bien, dirán. Y piensan y dicen bien, y vamos a dejarnos de chanfainas sobre juramentos y promesas y ordenes jerárquicos. Pero reconocerán que en un día como éste lo que menos le apetece a un servidor es meterse en las tripas de la final de la Copa, donde todos estuvieron bien, incluido el árbitro, menos el de la tele que se ha salido de la fila.

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