José Goizueta Sagües, un seductor generoso

De niño, debió de suspender geometría porque nunca entendió que la distancia más corta entre dos puntos es la recta. Lo que más le divertía era encontrar caminos enrevesados, poco convencionales. Se movía en el mundo de los altos ejecutivos sin acatar sus normas formales, pero la mezcla de inteligencia, simpatía y eficacia le permitieron manejarse como un respetable fuera de la ley. Llegó a Sogecable, con los pioneros, a una modesta función y no mucho tiempo después ya era un personaje tan popular entre sus compañeros como importante para la compañía.

Aun pensando en diez cosas a la vez, José (47 años) tenía un don: era capaz de distinguir lo esencial con un solo vistazo. Y como resolvía todo rápido, podía jugar con la vida y dedicarla a enredar y hacer felices a los demás. En cualquier conversación intrascendente intuía las ilusiones no confesadas, captaba las necesidades... Y seducía con el mejor regalo. Resolvía todo con esa sonrisa, ofreciendo esos objetos que aparecían en sus manos como conejos en la chistera de un mago.

Disfrutaba mostrándose como un pícaro conseguidor, pero José era, aunque se lo ocultara a sí mismo, pura generosidad, capaz, como pocos, de regalarse, de entregar su tiempo y su energía. Su agenda era interminable, pero no podías considerarte auténtico amigo si no te había puesto en un par de situaciones embarazosas. Si encajabas en sus particulares códigos, te juraba lealtad eterna.

Su única y auténtica afición era la gente. Y con los años, había tejido una extensa red que abarcaba mundos muy distintos en la que todos éramos piezas que podíamos ayudar a solucionar los problemas de otros. Una red que sin él, siempre alerta para detectar las necesidades de los demás, sería estéril.

Envuelto permanentemente en una actividad con mil frentes, su habilidad para detectar lo relevante le hacía aparecer en esos momentos en los que necesitas un amigo. Y aparecía desnudo, sin trucos en las mangas. Con la misma sencillez que lo hacía todo, detenía el carrusel frenético en el que vivía y se daba él, sin límite de tiempo, como si su concurso en el resto de batallas, siempre abiertas, ya no fuera necesario.

Hasta en sus andares mostraba que abrazaba a todos.

Carlos Martínez es director de Deportes de Sogecable.