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AL CIERRE
Columna
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Barcelona en Kazajistán

Astana es una ciudad fantasma. Gigantescas moles de arquitectura moderna lucen vacías y deshabitadas. Una pirámide de 300 metros de altura diseñada por Norman Foster reluce en el horizonte como un diamante solitario. Hasta hace 10 años, en realidad ni siquiera había eso: sólo la infinita llanura de la estepa, ininterrumpida, hasta donde llegase la vista. Pero Nursultan Nazarbayev, el primer presidente de la democracia (y hasta ahora también el último) tuvo un sueño: decidió montar aquí la capital no sólo de Kazajistán, sino de Asia Central. Y una vez que la terminen, a lo mejor hasta la ocupan.

De momento, entre sus peculiaridades, la capital kazaja cuenta con la única Facultad de Relaciones Exteriores del mundo en la que nadie ha visto un extranjero. Y como añadido, la ciudad alberga al conductor de taxi más incompetente de Asia Central: el que me llevó a mí.

De repente, me encontré entre los edificios de la universidad, sin saber adónde iba y sin poder preguntárselo a nadie. El taxi había partido y a mi alrededor pululaban estudiantes que sólo hablaban ruso. Me acerqué al vigilante de la puerta, que me bloqueó el paso suspicaz y me saludó con un amable:

-¡Niet!

¿Cómo se dice "dónde está la facultad de relaciones exteriores" en ruso? ¿Cómo se dice cualquier cosa en ruso? Busqué alguna palabra que el vigilante pudiese reconocer. Soy peruano, pero Perú, por supuesto, no estaba en la lista. España tampoco parecía obvia. Calculé mis posibilidades y pronuncié lentamente:

-Barcelona.

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El vigilante me examinó con más atención. Súbitamente, al parecer, yo no era tan peligroso. Meditó su respuesta y contestó:

-Eto'o.

Progresábamos. No sé mucho de fútbol, pero sé una palabra importante, que me permitiría continuar la conversación:

-Messi.

Conmovido por la solidez de mis argumentos, el vigilante me franqueó la entrada. Sin lugar a dudas, yo era un hombre decente. Desde ese día, no deja de sorprenderme el poder universal de la palabra Barcelona, pero acaso me impacta más que el símbolo de la capital catalana sean un camerunés y un argentino. Pequeños chistes de la globalización.

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