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Cosa de dos
Columna
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Iniesta o Mihura

Juan Cruz

Miguel Mihura era un antihéroe. Cuando tenía un éxito teatral iba al café, cojeando, o vendado. ¿Y eso, don Miguel, si no ha tenido accidentes? "Para que me perdonen el éxito", decía el maestro. Andrés Iniesta también es un antihéroe. Le colocaron en la gloria, en Londres, volvió más pálido, le abrumaron... Hasta que en el Camp Nou la imagen produjo silencio: Iniesta se ha roto. Es la manera que tienen ahora de decir los locutores que un futbolista se ha lesionado. La cara de Guardiola, el estupor del público, pasaron a formar parte de las imágenes de un coro: la preocupación por el caído. Al héroe le faltaba una caída para ser el antihéroe, para huir del ruido.

El sobresalto sólo sale en la tele en forma de silencio. El Barça quería ganar la liga en casa, y Guardiola se llevó a sus padres para celebrar una temporada genial. Pero todo se quedó en el suspiro marcado por Llorente. Pero Llorente no pasará a la historia por haberle quitado el resuello a 100.000 personas; el resuello sonó por Iniesta, y ese silencio es una muesca más en el camino extraño de la gloria del manchego. Antes de que le viéramos romperse, otro futbolista, Cristiano Ronaldo (del que Carlos Boyero contaba aquí algunos modos de su peinado), protestaba (consciente de que le enfocaba la cámara) porque su entrenador le había quitado en Manchester, y hacía del banquillo la pancarta de un multimillonario mimado.

Iniesta es de otra pasta; si Guardiola le hubiera quitado hubiera seguido en el banquillo, porque a él la cámara le da igual. Es más, se rompió de veras; otros se rompen para tomar vacaciones, o para escapar de compromisos. En Iniesta todo es de verdad, por eso la tele ahora le enfoca como si fuera un extraño; ante la tele lo normal es hacer teatro, como hizo Cristiano, pero Iniesta no nació para eso. Es un antihéroe como Mihura pero sería incapaz de entrar cojo en el vestuario si no tuviera un dolor que le rompe por dentro y por fuera su capacidad innata para sufrir por un equipo.

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