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Columna
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El juego de los Juegos Olímpicos

De la Segunda Guerra Mundial acá, 16 ciudades han sido sede de los Juegos de verano, comenzando con Londres en 1948, y 17, si sumamos los de 2012, de nuevo adjudicados a la capital británica. Y la geopolítica de presencias y ausencias, así como la materia prima nacional, cultural y religiosa de las mismas dice mucho sobre el mundo en que vivimos.

El reparto de las sedes por continentes puede leerse como una introducción a la historia contemporánea. A Europa le han caído ocho premios mayores: Londres 1948 y 2012, Helsinki 1952, Roma 1960, Múnich 1972, Moscú 1980, Barcelona 1992 y Atenas 2004. De las ocho, siete son de Europa occidental. Las Américas han sido agraciadas cuatro veces: México 1968, Montreal 1976, Los Ángeles 1984 y Atlanta 1996; todas al Norte, ninguna al Sur. Asia, tres: Tokio 1964, Seúl 1988 y Pekín 2008; la primera, la capital de Japón, que ya era aliado de Occidente en los cincuenta, pero las otras dos elegidas en los últimos 20 años, los de su excepcional progreso económico. Y dos a Oceanía: Melbourne 1956 y Sidney 2000.

Quedaría Río como gran rival, con el prestigio del presidente Lula

Por idiomas, la meritocracia político-económica sigue imponiéndose. Cinco sedes corresponden al mundo de lengua inglesa: Londres, Melbourne, Los Ángeles, Atlanta y Sidney, aunque la ciudad californiana está mestizada de español latinoamericano; dos al español o castellano: México y Barcelona; y por orden decreciente de número de hablantes, una, respectivamente, para chino, ruso, japonés, alemán, francés, italiano, coreano, griego y finés; esta última lengua con menos de cinco millones de practicantes, a comparar con los 1.400 millones que aseguran en Pekín que hablan chino.

Si atendemos a bloques étnico-lingüísticos, las cinco de habla inglesa pertenecen a la anglosajonidad, mientras que el bloque latino reuniría a Roma, México, Montreal y Barcelona, con fuerte predominio del español en México y Cataluña contra el italiano en Roma y el francés oriundo en la capital de Quebec. Esa cosa difusa que llamamos Extremo Oriente acoge a Tokio, Seúl y Pekín; y el mundo eslavo sólo tiene a Moscú de representante.

Las tres grandes ramas del cristianismo son claramente mayoritarias en las ciudades olímpicas, puesto que uno u otro protestantismo predomina claramente en Londres, Helsinki y Atlanta, no tan claramente en Sidney y Melbourne a causa de la emigración irlandesa e italiana, y menos aún en el cruce de caminos de Los Ángeles. El catolicismo domina en Roma, México -pese a la ofensiva neopentecostalista-, Múnich (capital de la romana Baviera), Montreal y Barcelona. Y la ortodoxia griega sólo recala en Moscú y Atenas.

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De las 16 sedes y 17 Juegos, nueve son capitales políticas: Londres, Helsinki, Roma, Tokio, México, Moscú, Seúl, Atenas y Pekín; y las siete restantes: capital cultural, Melbourne, de Australia; económica, Sidney, también de Australia; de la Costa Oeste de Estados Unidos, Los Ángeles; de Lo que el viento se llevó, Atlanta; y de lo que en España se llama nacionalidades históricas: Múnich de Baviera; Montreal del Canadá francés; y Barcelona de Cataluña.

Solamente tres países repiten: Gran Bretaña con su doblete londinense; Australia con Sidney y Melbourne; y Estados Unidos con Los Ángeles y Atlanta; no por casualidad, las tres del mundo anglosajón y protestante. Pero las ausencias son igual de llamativas. África no aparece por ninguna parte, aunque el mundial de fútbol de Suráfrica en 2010 puede servir de estreno y examen; y lo mismo pasa con el mundo árabe e islámico, aunque sus naturales puede que no hayan mostrado mayor interés por hacer ejercicio, en paños menores, al aire libre y con público.

Los competidores de Madrid por los JJ OO de 2016 son Chicago, Río y Tokio, y, habida cuenta de todo lo anterior, diríase que la capital japonesa no puede ganar porque, al parecer, sólo repiten los anglosajones; Chicago tampoco, porque sería la tercera vez que Estados Unidos alberga el gran certamen, aunque a nadie se le oculta que todo el mundo quiere que le quiera Obama; pero, aun así, quedaría Río como gran rival, con el prestigio del presidente Lula; de una gran nación emergente del Tercer Mundo; de una América del Sur, que nunca ha merecido el preciado galardón; y lleno de cosas que ver y hacer si los Juegos flojean. Contra eso va el Madrid del alcalde Gallardón.

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