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Columna
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Sueño olímpico

Los jueces parecen haber perdido el juicio, pensó Juan Urbano, a quien le gusta morder la fruta de la paradoja, que es mitad naranja y mitad limón. Pero lo cierto es que eso mismo lo piensa mucha gente y muy a menudo, cuando lee algunas de las sentencias que cuando salen de los tribunales les hacen preguntarse si el magistrado se habrá dado sin querer con el mazo en la cabeza, y se le habrá roto algo.

Claro que juzgar es difícil, y para comprobarlo no tiene uno nada más que pensar en su propia vida y darse cuenta de la cantidad de veces que no le ves el penalti a las cosas. Por ejemplo, ahora están en Madrid 13 examinadores que van a mirarnos la ciudad y a dar un informe que dirá si estamos o no estamos preparados para preparar unos Juegos Olímpicos, y la verdad es que esas personas deben de sentirse muy importantes, porque lo que decidan va a tener una trascendencia enorme, tanta que, si dicen que sí y luego le ganamos a las otras candidaturas que aspiren a los Juegos, lo que ellos decidan ahora va a propiciar mañana una transformación a gran escala de la ciudad. Lo que deberíamos saber es qué transformación es ésa, para qué va a servir y qué cosas va a cambiar. O sea, que eso es como lo de Televisión Española: van a quitar la publicidad y eso puede ser bueno o puede ser malo sin que ninguna de las dos cosas importe, porque lo que importa es qué van a poner en su lugar.

Que nos den los Juegos, pero sólo si la fórmula funciona como en Barcelona

Ojalá que nos den los Juegos Olímpicos, pero sólo si la fórmula funciona tan bien como lo hizo en Barcelona y se consigue que su volumen sea igual a la cantidad de problemas que desalojen. Porque ese volumen es grande, y por lo tanto exige mucho espacio, tanto que las fuerzas políticas van a tener que juntarse, para dejar sitio. De momento, la foto del presidente del Gobierno con la de la Comunidad y el alcalde de Madrid está bien, le hace pensar a los ciudadanos que hay vida en Marte y diálogo más allá de Vitoria. Cuesta creer que esa gente se pueda quitar la bandera de los ojos y ponerse de acuerdo en algo, pero en fin, nunca se sabe, más raro fue aquel verano que no dejó de nevar, como dice la canción de Sabina.

Los 13 examinadores que han venido a la capital para ponerle nota estarán poniéndole la lupa encima a todo lo que se encuentren, metiendo la cuchara en cualquier plato que les pongan delante y tomando apuntes en sus cuadernos sobre el estado de Madrid, y la verdad es que sería muy interesante saber qué piensan, qué virtudes y qué defectos le ven a la ciudad; porque lo mismo su opinión nos puede servir tanto si nos caen del cielo los Juegos Olímpicos como si no. Uno sólo se ve si junta la mirada de otros a la suya, más aún en el mundo de la política, donde nada es verdad ni es mentira, sino del color del carnet con que se mira, y por eso será muy interesante saber qué van a decir y dónde nos van a pintar la raya de la meta esos 13 jueces, a los que se les supone la capacidad y la honradez necesarias para hacer ese trabajo.

Y si nos dan el sí y llegamos a la meta los primeros, ojalá que el sueño olímpico haga desaparecer todas las pesadillas y Madrid empiece a funcionar como un reloj en hora. Juan Urbano vio llegar a los atletas, crecer los bosques tantas veces prometidos en las aceras de la ciudad, resolverse el laberinto del tráfico y navegar los barcos por el Manzanares, y entonces, mientras un hermoso transatlántico pasaba majestuosamente por el río, se dio cuenta de que se había quedado dormido.

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