_
_
_
_
HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | Final a Cuatro de la Euroliga / NBA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Europa es mejor escuela que la NCAA

Como sé que pueden encontrar análisis por doquier de la sublime, histórica y alucinante serie de los Bulls y los Celtics, no voy a hablar de ella. Tampoco voy a reflexionar sobre cuántas veces he bostezado con los partidos de los Mavericks y los Spurs. Ni pienso mencionar lo poco que me sorprendió que la vetusta pierna de 356 años de Dikembe Mutombo, de Houston Rockets, le fallara. No; voy a plantear una cuestión distinta.

Hace unas semanas, un jugador de baloncesto de 17 años llamado Jeremy Tyler fue noticia cuando decidió saltarse el último año de instituto para irse a Europa y jugar como profesional con la finalidad de tener más tarde una oportunidad en la NBA. Tyler está muy bien considerado y se había comprometido a jugar con una de las mejores universidades de Estados Unidos. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, contestó que pensaba que era la mejor oportunidad que tenía para evolucionar y prepararse para la NBA.

No podría estar más de acuerdo.

Cuando me piden que comente temas como éste, la mayoría de la gente da por sentado que voy a expresar la opinión de un cascarrabias de 76 años y, como soy licenciado en Ingeniería, todo el mundo cree que soy un defensor incondicional de la educación. Tienen razón en una cosa: estoy a favor de la educación. Sin embargo, mi sentimiento anti-NCAA supera con creces la positiva opinión que tengo sobre la educación superior.

Para su información, la NCAA es la organización que regula el deporte universitario en Estados Unidos. Cuando se creó, se hizo con el objetivo de que regulara las competiciones amistosas entre equipos compuestos de jugadores que ya estaban en la universidad. Está claro que el paisaje del deporte universitario ha cambiado significativamente desde su concepción. Ahora, la NCAA supervisa una industria multimillonaria que trata a los jugadores universitarios como criados a sueldo al tiempo que engorda su cuenta corriente, en constante expansión, con los frutos del trabajo de esos criados.

Un ejemplo que viene al caso: en 1999, la NCAA firmó un acuerdo por 11 años con la empresa de televisión CBS por los derechos de su torneo de baloncesto masculino todos los meses de marzo y abril. CBS pagó a la NCAA 6.000 millones de dólares. Repito: 6.000 millones de dólares (4.521 millones de euros). La NCAA regula 20 deportes interuniversitarios, incluido otro muy lucrativo: el fútbol americano. Este contrato no incluía los derechos de emisión de ningún otro deporte.

Además, el contrato no regula los derechos de la temporada normal del baloncesto universitario. Así que son 6.000 millones de dólares por los derechos de unas semanas de baloncesto al año durante 11 años. Por otro lado, a los jugadores universitarios les pagan 0 dólares.

Pero no culparía a Jeremy Tyler por querer jugar en Europa dos años incluso si pudiera ganar dinero en la universidad. La experiencia será estupenda, obtendrá una perspectiva de la que carecen la mayoría de los estadounidenses y, probablemente, aprenderá más en sus dos años en Europa de lo que habría aprendido en una clase, de instituto o de universidad. Jugará en un nivel superior y, con toda probabilidad, mejorará más de lo que lo haría de otro modo.

Como no puede ganar dinero en la universidad y, al igual que muchos deportistas, músicos o bailarines, no va a poder jugar al baloncesto toda la vida, no deberíamos culpar a Jeremy Tyler por querer sacar tajada mientras pueda.

Y si, de paso, la NCAA sufre una muerte lenta y dolorosa... Yo no iría al funeral, la verdad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_