Javier Ortiz, el hombre multimedia
Ha muerto en Madrid el pasado martes, 28 de abril, mi amigo Javier Ortiz, periodista, o periodista asimilado, para ser exactos. No era un reportero al uso, sino más bien un intérprete de la realidad. Un irónico, radical y doliente observador de la política española, muy especialmente de su amada Euskadi. Nació en San Sebastián, hace 61 años, tierra a la que siguió ligado durante toda su vida. Allí perdió a sus padres y, recientemente, al hermano que más quería. Esto último no lo esperaba Javier y le causó un profundo dolor.
Como periodista, empezó su carrera en la clandestinidad, mientras entraba y salía de las cárceles del franquismo. Publicaciones como Zutik!, Servir al Pueblo y Saida acogieron sus primeros escritos. Después vino la democracia y Javier se buscó la vida en sitios que, simplemente, le daban para comer, aunque le divertían. Hasta que Pedro J. Ramírez le fichó para el equipo fundador de El Mundo. Allí fue jefe de Mesa y subdirector de Opinión. Harto de la deriva derechista del periódico, se fue a su casa y, sin salir prácticamente de allí, recaló en Público, donde el mismo día de su muerte salía publicado su último artículo.
Manejo del lenguaje
En El Mundo me consta que creó escuela. Podía llegar a ponerse pedante, pero todos los que hemos tenido la suerte de estar de una forma u otra a su lado aprendimos que el buen manejo del lenguaje no es algo superficial, ni en nuestro oficio ni en casi nada. Sujeto, verbo, predicado, repetía. Leísmos y laísmos. Frases absurdas que se cuelan sin pudor y que él descubría para reírnos un rato. Su estilo de escribir era aparentemente sencillo, claro y directo, nada que abunde en este oficio nuestro. Sus libros se leen de un tirón. Matrimonio, maldito matrimonio o la biografía de Arzalluz son un placer por lo que dicen y por cómo lo dicen.
Hablábamos últimamente del presente de nuestro oficio. El futuro, ni mentarlo. Él mismo era un ejemplo de convivencia pacífica y creativa de los diferentes soportes. Además de escribir en prensa, fue tertuliano en radios (con Luis del Olmo) y televisiones (ETB). Creó su página web hace ya varios años, cuando casi nadie sabíamos de qué iba eso. Madrugaba mucho cada día para actualizarla. Sus amigos teníamos ahí un sitio donde reconocernos. En su casa de Aigües (Alicante) había el doble de radios que de estancias, cosa que me llamó mucho la atención cuando me instalé allí un verano. Era un genial hombre multimedia, sin más inquietudes que las derivadas de tener algo interesante que contar y hacerlo bien.
Cuando oigo a quienes dan por acabada la prensa de papel, recuerdo el último día que estuve con él en el hospital. Allí había montado su oficina (para desesperación de Charo, su mujer; los médicos le habían mandado reposo), con el portátil y todo lleno de cables. Desde la cama dictaba a su querida hija Ane el artículo diario para Público. Había que repetir en voz alta sus palabras, para que ella pudiera oírle, a pesar de que apenas había dos metros de distancia. Quería no faltar a la cita, mantenerse lúcido hasta el último de sus días. Y vaya si lo logró. Hoy y siempre le echaremos de menos, sus lectores, sus amigos y los niños, Andrés, Dani, Marta y Bianca.
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