El mejor Ricky posible
La historia se repite. Uno de nuestros chicos decide irse a la NBA y rápidamente se instaura el debate. ¿Es el momento? ¿Acierta? ¿No sería mejor que se quedase por aquí un tiempo más completando su aprendizaje? ¿Qué futuro le espera? Ocurrió con Pau Gasol, que emigró recién llegado a la veintena en contra de la opinión de casi todo el mundo. Y también, en mayor o menor medida, con Calderón, Garbajosa, Sergio, Navarro, Rudy, Marc y ahora Ricky. Cada uno, con sus circunstancias, algunas similares, otras diferentes. Pero las preguntas son siempre las mismas.
Partamos de la base de que no existe una fórmula matemática que dé como resultado un sí o un no. Tengamos en cuenta que, a pesar del aún escaso número de experiencias, ya existen precedentes de que, en casos parecidos y tomando la misma decisión, el resultado ha sido distinto. Contemos con que hay factores imposibles de prever, algunos de capital importancia, como en qué equipo de la NBA vas a terminar cayendo o qué tipo de entrenador te guiará. Con tan incierto galimatías, ¿cómo podemos llegar a establecer a priori el momento y lugar en que un jugador debe dar el salto? Imposible. Centrémonos en el caso de Ricky Rubio y en los dos temas que más se han manejado desde que anunció su decisión.
- La edad. Parece inevitable, pues hablamos de un jugador de 18 años. Pero el único valor que tendría este dato se basaría en una relación inequívoca y directa entre la edad y la maduración, lo que es absolutamente falso. Nada mejor que el deporte para confirmarlo. Nadal, Gasol, Alonso, Raúl y otros más demostraron a estas edades una solidez personal que resultó fundamental para sus éxitos. Ricky se conecta claramente con esta estirpe de ganadores, por lo que lo que diga el carnet de identidad no tiene importancia.
- La formación. No hay duda de que los valores en los que se asienta el juego en la NBA no son los mismos que en Europa. En uno prima la individualidad y el star system. El otro se basa en conceptos mucho más colectivos. El jugador europeo es más solidario, más completo en el desarrollo de sus competencias. Hasta se podría decir que el baloncesto de unos y otros son deportes diferentes. Ahora bien, dos cosas. Una. La formación depende mucho más del personaje que de su entorno. De su ambición, interés y compromiso más que de la Liga en la que juegue. Es más, la competición no forma en habilidades, sino simplemente madura. Dos. Habría que fijar bien cuál es el objetivo primordial del deportista. Y éste no es, aun reconociendo su importancia, el desarrollo integral, sino la competición con los mejores. Están relacionadas, pero no son lo mismo. Por eso el debate quizá no deba basarse en conocer el grado de formación, sino el de competición. Ricky tiene terreno por delante en su desarrollo baloncestístico, pero su actual mundo competitivo se le ha quedado pequeño. Por eso es entendible su decisión.
En la NBA no va a encontrar el mejor caldo de cultivo para llegar a ser el mejor Ricky posible, entendido esto como el alcanzar el máximo en sus potenciales habilidades, pero, llegados al punto en que se halla, nada mejor que la NBA para aprender a jugar en la NBA junto a los mejores del mundo. Y éste es su principal objetivo, no lo olvidemos.
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