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OPINIÓN
Columna
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Comida de trabajo

Si bien la reunión de Aznar el pasado miércoles con los miembros de su primer Gobierno fue una comida de trabajo y no una última cena, quedó clara la jerarquía bíblica del maestro y de los apóstoles. Y aunque no quepa extender todavía al PP la distinción entre el Antiguo Testamento de Felipe González y el Nuevo Testamento de Zapatero, el almuerzo decepcionaría seguramente a quienes aspiran a emular el adanismo y el optimismo antropológico de los socialistas.

Las próximas elecciones europeas, un teatral ensayo general con todo de las aún distantes legislativas, parecen haber devuelto al presidente de honor del PP el apetito político aparentemente perdido en su desganada comparecencia ante el Congreso de Valencia, que confirmó el liderazgo de un Rajoy fliberado de la línea ortodoxa derrotada por segunda vez en las urnas del 9-M. Aznar tiene sobrados motivos para regresar al escenario nacional en vísperas del 7-J. El encabezamiento de Mayor Oreja de la candidatura popular permitiría en caso de victoria despojar a Rajoy de los méritos del éxito y entregárselos a un aznarista de estricta obediencia que acaudilla -junto a Esperanza Aguirre- el ala dura del partido conservador y que ha propinado todo tipo de pellizcos de monja al acuerdo entre el PP y el PSOE en el País Vasco.

Aznar se reúne con su primer Gobierno a fin de apoyar la candidatura de Mayor Oreja para las elecciones europeas

Así como el marine americano interpretado por Robert Duval confesaba en Apocalypsis Now que el olor a napalm de los bombardeos sobre los poblados vietnamitas le infundía la seguridad en la victoria, los devastadores efectos producidos por la crisis económica sobre el empleo no podían por menos de ser olfateados también por la fina nariz oportunista de Aznar como presagio de un triunfo de las urnas.

El eje principal de la línea política de Rajoy durante esta legislatura también ha sido el aprovechamiento electoral de la erosión provocada por la recesión; ahora bien, el abandono del lenguaje apocalíptico y la ruptura del aislamiento parlamentario del PP también forman parte de su estrategia. Es de suponer, en cambio, que Aznar, Mayor Oreja y Aguirre se limitarían a explotar demagógicamente los efectos de la crisis y a regresar a la estrategia de pavor y estremecimiento de la anterior legislatura.

La repercusión limitada e indirecta de las decisiones del Parlamento de Estrasburgo sobre la política nacional contribuye a que las elecciones europeas sean vistas como la barra libre de un bar donde la consumición es gratuita y se puede utilizar la papeleta para premiar a un outsider, castigar a un partido o gastar una broma. El probable agravamiento de la recesión de aquí a junio y la extendida perplejidad ante la remodelación ministerial de Semana Santa, vendida por el presidente Zapatero como si fuese el bálsamo de Fierabrás para la crisis y la purga de Benito para el cambio del modelo productivo, favorecerá seguramente la abstención o el voto en contra del Gobierno de una parte del electorado socialista del 9-M.

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