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Análisis:EL CORNER INGLÉS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La bella y los bestias

- "Siempre querrías tenerle a tu lado en la guerra".

José Mourinho sobre el delantero marfilense del Chelsea, Didier Drogba.

Cientos de millones de personas en todo el mundo permanecieron pegados a sus televisores el domingo pasado (en el caso de los europeos, hasta bien pasada la medianoche) para ver a tres hombres luchar por uno de los grandes campeonatos del calendario deportivo. Los tres jugadores tenían tres cualidades en común. Eran barrigudos, culones y de mediana edad. Tenían los suficientes años como para ser padres de Leo Messi o de Cesc Fábregas. El ganador acabó siendo el del pelo más gris.

El deporte era el golf; el evento, el Masters de Augusta, que es a este juego lo que la Champions League es al fútbol. Ahí acaba toda similitud entre los dos deportes.

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Los estadounidenses Chad Campbell y Kenny Perry y el argentino Ángel Cabrera exhibieron a lo largo de los cuatro días del torneo los modales más exquisitos, el compromiso más absoluto con el principio de fair play. Perry, de 49 años, sólo tenía que hacer un par cuatro en el último hoyo para llevarse lo que hubiera sido el primer gran trofeo de su carrera. Falló. Hizo un cinco. Su compañero de juego, Cabrera, le alcanzó en el último green, forzando un play-off, tras un golpe de suerte tan inverosímil como injusto. La bola de su primer golpe acabó en medio de un bosque. El segundo tiro le salió fatal también, pero la bola dio contra un árbol y salió disparada campo abierto. Después de que Cabrera hiciera el putt para conseguir un par cuatro, Perry, cuyo cinco había hundido sus sueños de victoria, aplaudió al argentino, se le acercó, y con una sonrisa que combinaba solidaridad deportiva con resignación, le rozó la mano.

El argentino venció a Perry y a Campbell en el play-off, pero la muchedumbre estadounidense le vitoreó como si hubiera sido uno de los suyos.

Un par de días después, los partidos de cuartos de final de la Champions ofrecieron un espectáculo algo diferente. Los silbidos de desprecio de los aficionados cada vez que el adversario toca el balón, las barbaridades que se dicen desde las gradas y que intercambian los propios jugadores, las caídas fingidas, las entradas salvajes que pueden acabar con la carrera de un rival: todo se resumió en el caso del defensa del Villarreal, Sebastián Eguren, que se pasó el partido contra el Arsenal del miércoles insultando a la familia de Cesc Fábregas, el capitán del equipo londinense, mientras le daba una patada tras otra. O eso dijo Fábregas, sin que Eguren lo negara.

Así es el fútbol. Es lo que hay, y no tiene mucho sentido lamentarse. Incluso, quizá, como comentaba esta semana un amigo nigeriano aficionado al golf y al fútbol, se debería celebrar la diferencia entre los dos deportes. "Es la bella y la bestia, hay que reconocerlo", decía el amigo. "Pero, ¿no amamos también a la bestia que llevamos dentro? ¿No es lo que nos hace sentirnos vivos?"

Bien visto. Moralismos aparte, los partidos de la Champions esta semana nos hicieron vibrar hasta la médula. El salvaje 4-4 entre el Chelsea y el Liverpool nos tocó, nos alborotó, nos enloqueció como nunca podría hacerlo un elegante partido de golf. La figura que definió la batalla de Stamford Bridge, la antítesis de un jugador de golf tanto en lo físico como en lo moral, fue la bestia de las bestias, Didier Drogba, el guerrero decisivo del Chelsea, y uno de los tres delanteros centro africanos que podrían tener en sus manos el destino de la Copa de Europa esta temporada.

Drogba es la gran amenaza a la que se enfrenta el Barcelona cuando comiencen los partidos de semifinales en nueve días. Samuel Eto'o, igual de explosivo pero más fino que Drogba (más antílope que león), creará alarma en las filas defensivas del Chelsea. Y Emmanuel Adebayor, el resolutivo cómplice de Fábregas en el ataque del Arsenal, será el jugador que el Manchester United tendrá que vigilar con más atención si quiere llegar a la final de la Champions por segundo año consecutivo.

Tres también es el número de representantes ingleses, por segundo año consecutivo, en semifinales de la máxima competición de clubes del mundo. Una vez más el Barça se enfrenta a ellos en solitario. La bella española contra los bestias de la Premier League.

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