Una visita misteriosa con la señora Giovanna
Un baño de antigüedad grecorromana en la Campania que incluye templos, termas, una cisterna y un famoso oráculo
En Nápoles, el viajero no puede quedarse sólo con la majestuosidad de los cinco castillos que defendieron su costa, sus palacios o los tesoros que guarda el Museo de Capodimonte, sino que debe caminar sin rumbo fijo por las callejuelas que serpentean por detrás de la plaza del Plebiscito o perderse, colina arriba, en los alrededores del Museo Arqueológico Nacional. Deambular por esas estrechas calles, sorteando ropa tendida y motoristas, es un buen ejercicio para entender el carácter napolitano, en el que se funden, a partes iguales, cautivadoras leyendas con la más cruda realidad. Esa realidad es la Camorra, la Mafia que Roberto Saviano retrató en su libro Gomorra en 2006 y que ha llevado al cine el romano Matteo Garrone. Sin embargo, si los napolitanos tienen miedo es algo que pasa desapercibido para el viajero. Los habitantes de la antigua Parténope transmiten alegría y desparpajo en un enrevesado dialecto trufado con palabras en castellano, herencia del reinado español.
Pero la capital de la Campania, una urbe con casi un millón de habitantes, es también un punto estratégico para hacer excursiones de un día y descubrir rincones que permanecen eclipsados por el esplendor romano de Pompeya y Herculano y la majestuosidad del Vesubio.
01 Baia, un parque arqueológico sumergido
"Ningún golfo del mundo es tan maravilloso como el de Baia". No se trata de la publicidad de la oficina de turismo de este pequeño pueblo del golfo de Nápoles, a unos 30 minutos de la capital, sino de una frase que escribió el poeta Horacio en el siglo I antes de Cristo. Y es que el encanto natural de este pueblo costero, con una colina que se inclina hasta tocar la orilla del mar, lo convirtió en residencia de la familia imperial desde el siglo I antes de Cristo hasta el siglo III de nuestra era. Lo demuestran los restos de sus lujosos palacios, termas, jardines, ninfeo..., y aunque una parte de estos vestigios está bajo el agua, todavía puede verse hoy a bordo de las pequeñas barcas que alquilan los lugareños. Aun prescindiendo del área sumergida, el complejo arqueológico es inmenso. Está dividido en cinco zonas, entre las que destacan las termas de Venus, Sosandra y Mercurio. En esta última se conserva intacta una gran sala con bóveda de cúpula con un eco que hace retumbar hasta el más tenue de los sonidos. El paseo por este antiguo complejo palaciego, en el que el visitante rara vez se tropieza con alguien, se completa con una parada en el vecino Castillo Aragonés, una fortaleza de 1400 convertida en el Museo Arqueológico de los Campos Flégreos, conserva buena parte de las esculturas y mosaicos de ese inmenso spa de cinco estrellas que era la Baia romana.
02 Piscina Mirabilis, un milagro excavado en la toba
Bacoli es otro de los pequeños pueblos que pertenece a la zona de los Campos Flégreos (nombre que viene del griego flegraios, que significa ardiente y denomina a la extensión de lava al occidente del golfo de Nápoles) y guarda una de las mayores sorpresas del golfo: Piscina Mirabilis. Se trata de una enorme cisterna de época augusta, según dicen la más grande construida en la antigüedad. El depósito está excavado en la toba, roca porosa de origen volcánico, y tiene las dimensiones de una catedral. Con sus 70 metros de largo por 25 de ancho y una altura de 15 metros, la cisterna se conserva casi intacta y las pequeñas aberturas en algunas bóvedas han creado una especie de jardines colgantes que le aportan misterio. La visita es toda una experiencia, ya que para conocer este sobrecogedor espacio con bóvedas sostenidas por cuatro filas de pilares hay que ir al número 9 de la calle Piscina Mirabile y esperar a que la señora Giovanna, una anciana de pocas palabras, suba con lentitud el repecho y abra la puerta para dejar al visitante descender las tenebrosas escaleras y merodear a su antojo por este espacio que recibía el agua del acueducto romano del Serino.
03 Cumas, el Antro de la Sibila
No lejos de Bacoli, en Cumas, que fue la primera colonia griega en tierra firme de Italia, está el Antro de la Sibila, el lugar más misterioso de todos los Campos Flégreos. Cuenta Virgilio que fue la Sibila de Cumas la que reveló a Eneas que sería el fundador de Roma, y lo hizo al final de un largo túnel, más de 100 metros de penumbras y secretos, en una estancia en la que parece que todavía resuenan los oráculos de la temida sacerdotisa de Apolo, la conocedora del futuro. Un día soleado, cuando los rayos se filtran a través de las hendiduras del túnel, es, sin duda, el más propicio para pedir consejo a la vieja Sibila. Pero el conjunto arqueológico de Cumas guarda también otras maravillas, como el grandioso templo de Venus, el anfiteatro o el arco Felice.
04 Paestum, un canto a la supervivencia
La provincia de Salerno conserva una de las mejores sorpresas del viaje cerca de la famosa Costa Amalfitana: los tres templos dóricos de la griega Paestum que permanecen aún en pie desde el siglo V antes de Cristo. Además del templo de Neptuno (con un segundo piso en el que las columnas están milagrosamente en su sitio), la basílica y el templo de Ceres, el conjunto está cerrado por cinco kilómetros de muralla que, según los arqueólogos, es uno de los circuitos fortificados mejor conservados de toda la Magna Grecia. La excursión quedaría incompleta sin una visita al vecino Museo Arqueológico de Paestum, en el que se conserva, entre otras excelentes piezas, la tumba del tuffatore (buceador), un ataúd del siglo V antes de Cristo cuyos laterales son magníficos frescos. El saltador que se lanza a un mar que simboliza lo ultraterreno se ha convertido en un referente de Paestum y del arte clásico.
05 Caserta, el sueño de Carlos de Borbón
Hay que dar un salto hacia el interior de la Campania y también en la historia, nada menos que hasta el siglo XVIII, para acercarse al Palacio Real y los Jardines de Caserta, un conjunto que el rey Carlos de Borbón, quien más tarde reinó en España con el nombre de Carlos III, encargó al arquitecto Luigi Vanvitelli. Entre sus 1.200 estancias y 34 escaleras destaca la imponente escalera de honor, decorada con mármoles cuyas vetas parecen sutiles dibujos, y la gran biblioteca palatina, que ocupa tres ambientes y atesora más de 10.000 volúmenes. Pero lo que verdaderamente cautiva a los visitantes son sus jardines, un paseo de tres kilómetros jalonado por fuentes que termina en una gran cascada, y su vecino jardín inglés. Justifican por sí solos una visita.
06 Nápoles, una inmersión
Para entender a Nápoles, con un casco antiguo que es Patrimonio de la Humanidad, son ineludibles los museos Arqueológico Nacional y de Capodimonte, este último con la colección de pintura que Carlos VII de Nápoles -más tarde Carlos III de España- heredó de su madre, Isabel de Farnesio. Conviene visitar también la capilla de San Genaro en el doumo (catedral) y el Maschio angiovino, el castillo que reconstruyó el rey Alfonso de Aragón en 1443. El prestigioso arquitecto napolitano Francesco Venezia propone al visitante otros lugares que generalmente pasan desapercibidos: la Villa Pignatelli, un edificio neoclásico rodeado por un hermoso jardín que alberga la colección de arte del Banco de Nápoles; el Castel Sant'Elmo, un baluarte medieval situado en una colina desde la que se contempla una bella puesta de sol sobre la ciudad; los jardines del Palacio Real, construido por los Borbones; la capilla de Sansevero, con las famosas esculturas veladas de Giuseppe Sanmartino; la iglesia de San Marcelino, con sus desniveles diseñados por Vanvitelli, y el Cementerio de las Trescientas Sesenta y Seis Fosas, una obra racionalista en la que el arquitecto Ferdinando Fuga proyectó una tumba para cada día del año. Y es que Nápoles siempre guarda sorpresas.
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Comer
Incursión gustativa en el Sur
Nápoles clama para sí el honor de haber inventado la pizza, de esas tierras del Sur son también la mozzarella y la provola de búfala. En cuestión de pasta, todos los dedos apuntan al municipio de Gragnano, donde hace cinco siglos que se elaboran. Fábricas familiares, como Il Moccese, hacen con mimo hasta 200 variedades de pasta. El mismo cuidado que ponen empresas familiares como Maida en sus conservas de tomates (los famosos pomodori secchi), alcachofas, berenjenas..., y en sus mermeladas. El postre, merece capítulo aparte con pasteles como la sfogliatella o el babà, un bizcocho borracho, y el conocido limoncello, licor de limón. En vinos, la Campania enarbola su Taurasi, la denominación de origen más prestigiosa de la región.
Restaurantes
» Rosiello (0039 081 769 12 88; www.ristoranterosiello.it). S. Strato, 10. Nápoles. Cocina tradicional para degustar pescado fresco o las mejores pastas con vistas a la bahía. Entre 20 y 50 euros.
» Trattoria Medina (0039 081 551 52 33). Medina, 32. Nápoles. Un lugar ideal para la pizza con buen ambiente y en el centro de la ciudad. Alrededor de 25 euros.
» Antica Hostaria Massa (0039 082 345 65 27; www.ristorantemassa.it). Manzini, 55. Caserta. Sólo las berenjenas con parmigiano merecen una visita, pero sus pastas con mariscos no se quedan atrás. Entre 20 y 30 euros.
» Le Trabe (0039 082 872 41 65; www.ristoranteletrabe.com). Capodifiume. Capaccio-Paestum. Salerno. Al pie del monte Calpazio, en plena naturaleza, este agradable y cuidado local ofrece una cocina refinada basada en productos tradicionales. Entre 30 y 50 euros.
De postre
» Hacienda Vannulo (0039 082 872 47 65; www.vannulo.it). G. Galilei, 10. Capaccio Scalo. Salerno. Aquí, además de exquisitos helados de leche de búfala y mozzarella, se puede ver a las famosas búfalas en unas instalaciones ultramodernas. Por tener, tienen hasta peluquería.
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