Sacudida emocional
Hermosas mujeres y apuestos hombres bailan bajo la luna llena. Un bloque de hielo les separa emocionalmente mientras la música de Pascal Comelade arrulla sus inocentes gestos. Estas premisas se barajan en Sense fi, un interesante trabajo que junto con Conquassabit forma el último espectáculo que el binomio Gelabert-Azzopardi estrenó el jueves en el Teatre Lliure con un éxito de aplausos y ovaciones que conmocionó a los propios intérpretes.
En Sense fi, Gelabert apuesta por mostrar, con un trazo abstracto y deslizante, un baile vital que encierra un cúmulo de vivencias personales. El amor, el dolor, la ilusión y la soledad se trenzan en una serie de secuencias encadenadas sin fin. El tono inocente y naïf que destila la obra resulta chocante para los admiradores del enérgico y versátil lenguaje coreográfico del autor. Pero, como apunta Ana María Matute en Paraíso inhabitado, la inocencia es un lujo. Y Gelabert se lo puede permitir.
GELABERT AZZOPARDI COMPANYIA DE DANSA
Sense fi/Conquassabit. Dirección artística: Cesc Gelabert y Lydia Azzopardi. Asistentes coreográficos: Toni Jodar y Sarah Taylor. Espacio escénico: Llorenç Corbella. Dramaturgia: Víctor Molina. Iluminación: Mingo Albir. Vestuario: Lydia Azzopardi. Música de Sense fi, de Pascal Comelade / música de Conquassabit, de George Friederich Händel. Teatre Lliure. Barcelona, 16 de abril.
Las ovaciones del público lograron conmocionar a los propios intérpretes
Sense fi comienza con Gelabert bailando en solitario. Su personal forma de bailar coquetea, en esta ocasión, con la melancolía de la juventud perdida y la curiosidad por la vejez. A su baile se unen nueve magníficos bailarines -Júlia Cortés, Virginia Gimeno, Robert Gómez, Manon Greiner, Roman Guion, Elia López, Salvador Masclans, Alberto Pineda y Charles Washington- que deslumbran desde su primera aparición en escena. Su danza, en la que los attitudes y los arabesques de la danza clásica se trenzan con el vitalista lenguaje contemporáneo ideado por el autor, cautivó al público desde el principio de la función.
El plato fuerte de la noche fue Conquassabit. El público se derritió ante el expresivo, elegante y vital baile que la omnipresente música de Händel ha inspirado al autor, un baile que logró que el corazón del espectador se acelerara. Precisamente, la aceleración en sus poliédricas vertientes es el tema de esta subyugante pieza.
El título de Conquassabit -tomado del verbo latino que figura en un texto de un oratorio de Händel y que significa conmover, sacudir, acelerar- sirve al coreógrafo para crear un torbellino de movimientos rico en registros que respira vida y solemnidad a la vez, y que se desarrolla bajo una plateada e inmensa tela creada por el escenógrafo Llorenç Corbella. Esta barroca escenografía se convierte en columna, en cielo y en un mar en el que se pierden los protagonistas de esta fulgurante aceleración. En el centro de este huracán, un maduro Gelabert, con su bastón de maestro de música palaciego, controla los ciclones que esculpen el cuerpo de sus bailarines.
Disciplina y sensualidad, clasicismo y modernidad, todo se baraja en un baile trepidante y veloz que dejó sin aliento a bailarines y que provocó la ovación final de un público entusiasmado.
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