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Crónica:29ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Atlético es una ruina

Un Osasuna magnífico baila al equipo rojiblanco ante la indignación del Calderón

Lo que queda del Atlético acabó ayer hecho trizas ante un Osasuna que le dio una soberana lección de principio a fin, del primer al último minuto, de la pizarra al banquillo pasando por el césped. Como si los papeles estuvieran cambiados, el equipo de Abel pareció un privilegiado candidato al descenso, mientras el de Camacho se asemejó a un dignísimo aspirante a la Champions. Fue tal el repaso que el público, tras cargar contra los inquilinos del palco, acabó aplaudiendo a los jugadores de Osasuna, con Masoud a la cabeza, ejecutor de un partido formidable y de un gol, el cuarto, de museo. Decía Abel a su llegada al banquillo que muchas cosas iban a cambiar en el Atlético. Y así ha sido. Antes al equipo le goleaba el Barça. Ahora le golea Osasuna.

ATLÉTICO 2 OSASUNA 4

Atlético: Leo Franco; Perea, Pablo, Ujfalusi, Pernía (Seitaridis, m. 46); Sinama (Luis García, m. 66), Assunçao (Banega, m. 51), Raúl García, Simao; Forlán y Agüero. No utilizados: Coupet; Domínguez, Camacho y Miguel.

Osasuna: Roberto; Azpilicueta, Sergio, Josetxo, Monreal; Juanfran (Héctor Font, m. 86), Vadocz, Nekounam, Plasil (Delporte, m. 80); Masoud (Hidalgo, m. 89) y Pandiani. No utilizados: Ricardo; J. Flaño, Cruchaga y Portillo.

Goles: 0-1. M. 7. Pandiani. 1-1. M. 14. Forlán. 1-2. M. 44. Vadocz. 1-3. M. 47. Pandiani. 1-4. M. 69. Masoud. 2-4. M. 73. Pablo.

Arbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a Pablo y Nekounam. Expulsó a Carcelén, segundo entrenador de Osasuna.

Unos 54.000 espectadores en el Calderón.

La bronca se dirigió al palco, a los jugadores, a Abel... Nadie creyó nunca en la remontada
El iraní Masoud ejecutó un partido formidable y un gol, el cuarto, de museo

Tras aterrizar en el puesto, Abel prometió una revolución que, en los primeros tiempos, resultó ser más sentimental que táctica. Ya está muerta la supuesta revolución. Porque nada ha cambiado sobre el césped y tampoco sobre el ánimo de un equipo en perpetuo estado de depresión. Al Atlético se le han seguido viendo los costurones, que los tiene a manta. De vez en cuando ha sobrevivido porque, a qué negarlo, alguna que otra estrella tiene, aunque últimamente sólo Forlán merezca tan luminoso calificativo. Pero en ocasiones no basta con que el uruguayo y su socio Agüero logren asociarse.

Osasuna era el único equipo que no había ganado un partido fuera de casa, un asunto insignificante cuando uno llega al Calderón, que es un chollo. Veinte segundos tardó en asustar. Le bastó colgar un balón al borde del área grande. Voló aquél y allá que corrieron Ujfalusi y Pernía, a la sazón compañeros de equipo, que lucharon por él, saltaron con todo y estrellaron sus cabezas sin que ningún jugador de Osasuna les obligara a semejante esfuerzo, tan racial como torpe. Pasado el dolor, ambos volvieron a sus puestos para ver, sin inmutarse, cómo Masoud escondía no se sabe cómo la pelota antes de dársela a Pandiani, que se quedó por vez primera en solitario y marcó un gol anulado por fuera de juego. Dos minutos se llevaban y el aviso prometía.

No se dio por aludido el Atlético y no decayó Osasuna, que siguió con su monólogo. Así que Masoud, que fue un tormento para el Atlético, estrelló un cabezazo en el larguero, preámbulo del primer gol, de esa falta que el omnipresente iraní mandó al área, poblada de jugadores del Atlético, o de sus sombras, mejor dicho. Porque ninguno movió un músculo, lo que aprovechó Pandiani para lanzarse en plancha y marcar de cabeza.

La puesta en escena de Osasuna abrió todas las heridas del Atlético. Que se rehizo un instante, cuando tras una combinación el balón cayó a pies de Forlán, que lo coló de forma primorosa junto al palo con un zurdazo desde el borde del área. Era la primera llegada del Atlético y ese gol debió atemperar al equipo. Pues no. Al instante Pablo llegó tarde e hizo una entrada brutal a Juanfran, prueba de que la defensa rojiblanca vivía en estado de excepción. Porque de excepcional, en cuanto a que ocurre rara vez, se puede calificar el segundo gol de Osasuna, nacido de un córner que Plasil sacó como se sacan tantos, al corazón del área, sin que ningún defensa acertara siquiera a amagar con el despeje. Se encontró Ujfalusi con que el balón se dirigía a sus tripas e intentó proteger tan sensible zona amortiguando aquél, de tal guisa que lo dejó suelto y saltarín a pies de Vadocz, que fusiló.

Quedaba tiempo, medio tiempo, suficiente tiempo para que el Atlético reaccionara. No le dio tiempo. Fue iniciarse la segunda parte y enhebrar Osasuna un contragolpe de manual, que acabó con Plasil centrando desde la izquierda y Pandiani rematando con todo.

Comenzó la bronca en el Calderón. Contra el palco, contra Abel, contra los futbolistas. El público no creía en la remontada, y mucho menos el Atlético. Un tirito de Agüero que sacó Roberto y un cabezazo fuera de Sinama fueron sus escasos argumentos en ataque. Abel movió ficha pero lo más parecido a un revulsivo que tiene en el banquillo es a Sabas, su ayudante. Osasuna, mientras, se entretenía tocando la pelota. Y ahí Masoud se doctoró tras una jugada maravillosa. Recibió el balón en la zona derecha del ataque, al borde del área grande. Con un toque eliminó a Perea, que cayó tenebrosamente como si se hubiera roto el esqueleto en pleno. El iraní se vio ante Pablo, al que amagó, una, dos, tres veces, amenazando con irse por la derecha, por la izquierda, el balón cosido al pie, Pablo reculando, o algo así, a punto de caer, trastabillado, perplejo ante aquella obra de arte que culminó Masoud con un zurdazo a gol.

Ahí se acabó el partido por mucho que Pablo empujara el balón a la red a la salida de un córner, una anécdota en un partido que saca a Osasuna del infierno. Fue un equipo fantástico el navarro, valiente, perfectamente ensamblado, convencido de lo que hacía y con su iraní inspirado. Fue un equipo grande el que dibujó Camacho y que bailó al Atlético, un rival sin orden, sin criterio, sin fútbol y con miedo, con mucho miedo, que ha pasado de prometer grandes gestas a la más ruinosa de las ruinas.

Agüero consuela a Forlán tras fallar una ocasión.
Agüero consuela a Forlán tras fallar una ocasión.ULY MARTÍN

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