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Reportaje:Primer plano

Zapatero se adueña de una silla entre ricos y emergentes

España consolida plaza, pero aún no hace oír su mensaje

Alejandro Bolaños

El éxito de la cumbre de Londres se medirá por los avances en la regulación financiera, por el respaldo a más gasto público contra la recesión o por la reforma del Fondo Monetario Internacional. Pero en la capital británica, como corresponde a una reunión que concita a los mandatarios de 23 países ricos y emergentes, se disputan otros partidos. Y en el suyo, la diplomacia española ha logrado una ventaja que puede ser definitiva: se ha hecho fuerte en la plaza que se procuró hace cuatro meses en la primera cita del G-20 al más alto nivel.

"España debe estar en esa cumbre". El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, envidó en cuanto EE UU y Francia anunciaron, a mediados de octubre, que habría un encuentro mundial para debatir medidas contra la crisis, en el que se superaría el limitado esquema del G-7, el grupo de los países más ricos. Y no reculó cuando se supo que el formato elegido era el G-20 y el entonces presidente de EE UU, George W. Bush, el anfitrión.

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Colarse en la primera cita de mandatarios del G-20, un club del que España no era socio, era una empresa difícil. Más aún por la indisimulada animadversión que profesaba Bush al presidente español desde la retirada de las tropas de Irak. Pero cuando la música de los diplomáticos dejó de sonar y llegó la hora de los líderes, el presidente español estaba sentado en la cumbre mundial contra la crisis. Tras la primera pica en Washington, todo el esfuerzo del Ejecutivo español ha ido encaminado a quedarse aquella silla prestada por el mandatario francés, Nicolas Sarkozy. Un empeño fructífero, a la vista de lo ocurrido en estos meses.

"España sigue sin ser miembro formal del G-20, pero se está consolidando por la vía de los hechos", recalca Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano. La diplomacia española ha sabido aprovechar la improvisada armazón de este foro, sin oficina estable ni reglas de juego prescritas, y el huracanado viento de cola de una crisis que derriba los obstáculos burocráticos. De modo que si Sarkozy, en su doble condición de presidente de la UE y de Francia, cedió dos sitios a España y Holanda por la relevancia de sus sectores financieros, el líder del Reino Unido, Gordon Brown, ha optado por consagrar la heterodoxa solución de Washington: como anfitrión de la segunda cumbre contra la crisis, ha incluido en la invitación oficial a ambos países.

Es un paso más, aunque la situación de España no deja de estar en la cuerda floja. Su estrategia, respaldada por los socios europeos y latinoamericanos, es blindar el principio de que quien ocupó plaza en la primera cumbre mundial debe estar en las siguientes, aunque no sea miembro del G-20. Brasil insiste en una próxima ampliación del grupo, que daría paso a un país avanzado (España) y otro emergente. Pero esa reforma no parece probable a corto plazo.

Tan importante como asegurarse la presencia en Londres ha sido la incorporación al Foro de Estabilidad Financiera, el organismo designado por el G-20 para coordinar una verdadera regulación del sistema financiero. El mandato de Washington era abrir la cocina de buena parte de las propuestas que se tratarán en la capital británica a los países emergentes, que no estaban representados. Un resquicio para las pretensiones españolas. Hace dos semanas, el Foro anunciaba su ampliación para acoger a los emergentes. Y en renglón aparte informaba de que España también se incorporaba. Misión cumplida.

"Las declaraciones públicas para lograr sitio en Washington fueron efectivas, y ahora se ha elegido un tono más discreto, que también ha dado resultado. Parece una cuestión más técnica, pero era esencial estar en el Foro", afirma Steinberg. Para este profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, la ausencia de representantes españoles en los grupos de expertos que han preparado la cumbre es un mal menor. "Se ha llegado un poco justo, pero lo importante es estar en el Foro, que es donde se decidirá cómo se aplican esas recomendaciones".

El calendario, además, juega en favor de España. La presidencia de turno de la UE en el primer semestre de 2010 asegura su presencia en la próxima cumbre, previsiblemente en Asia (Corea del Sur ostentará entonces la presidencia del G-20). Sólo el empeño del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi -"Italia es el país que más pierde en el paso del G-7 al G-20", acota Steinberg-, en invitar a los emergentes a la próxima cita del grupo de los países ricos coloca algún nubarrón en este horizonte.

Pero una cosa es estar en la cumbre y otra que se note. En Washington, el mensaje español pasó inadvertido. En Londres, Brown insistirá en impulsar las energías renovables, y el nuevo líder de EE UU, Barack Obama, en un sistema de regulación mucho más ambicioso y prudente, puntos fuertes de la gestión española. Argumentos hay, falta hacerse oír.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

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