El retiro de la isla ballenera
Nantucket, en la costa de Massachusetts, un refinado destino vacacional que inspiró a Melville para su novela 'Moby Dick'
Nantucket! Sacad el mapa y miradla. Ved el punto exacto que ocupa en el mundo, cómo se halla lejos del litoral, más solitaria que Eddystone. Miradla: un simple collado y un brazo de arena; todo playa, sin fondo alguno".
Las palabras que Herman Melville escribió en Moby Dick en el año 1851 resuenan hoy de nuevo cuando el ferry se va acercando, cada vez más despacio, al puerto de la isla. Atrás hemos dejado la neblina que amenazaba con impedirnos disfrutar de la llegada a Nantucket, que en el idioma de los primeros habitantes de la isla, los indios wampanoag, significa 'tierra lejana'. Esta pequeña isla en la costa de Massachusetts vivió sus días de gloria desde 1730 hasta mediados del siglo XIX, cuando el aceite que se obtenía de los cachalotes se utilizaba como combustible e iluminaba las calles de Europa. De su puerto zarpaban los navíos a la captura del animal marino más temido, lo que coronó a la isla como capital ballenera mundial. Pero con el descubrimiento del petróleo llegó el fin de este arduo negocio y la isla se sumergió en una profunda crisis. En la actualidad, sin embargo, Nantucket vive otra época gloriosa como exclusivo destino turístico.
Si Melville visitara hoy la isla se encontraría caminando por las calles adoquinadas del principal pueblo -llamado Nantucket Town- junto a los miembros de lo que podríamos llamar la alta sociedad estadounidense, que han hecho de la isla su feudo vacacional, y se preguntaría qué ha sido de aquellos exóticos arponeros, descarados capitanes y humildes marineros que poblaban la isla hace dos siglos. El viajero actual que llegue a Nantucket con las hazañas del capitán Ahab y la ballena blanca en la cabeza puede sentirse algo decepcionado tras poner un pie en tierra y ver cómo ha cambiado todo. Pero, a medida que se adentre y se deje perder, observará que Nantucket conserva un aire rústico, melancólico y eminentemente marinero que se antoja como el destino perfecto para hacer un alto en cualquier ruta turística por la costa Este de Estados Unidos.
Tras una hora de viaje en ferry desde Hyannis, en Cabo Cod y a una hora y media de Boston, llegamos al centro histórico de Nantucket, que sorprende por lo bien conservados que están sus viejos edificios. La isla vive su punto álgido de junio a principios de septiembre, cuando su población pasa de 10.000 a 55.000 y, en consecuencia, los precios se disparan y el gentío se vuelve intenso. Pero este Nantucket veraniego, de gente guapa, yates de multimillonarios y colas en los restaurantes, puede llegar a despistar. Para disfrutar del verdadero carácter de la isla es mejor planear una visita en septiembre u octubre, antes de que llegue el frío invernal típico de Nueva Inglaterra, o en primavera. Y para recorrerla, lo mejor es alquilar una bicicleta y ponerse a pedalear (Young Bicycle Shop; 6 Broad Street).
El 40% del territorio de la isla está protegido, y esta cifra es indiscutiblemente sinónimo de naturaleza y tranquilidad. En el camino cruzaremos campos de arándanos, narcisos o rosas, según la estación del año, y veremos cómo todas las casas siguen el patrón constructivo de antaño y su solera se calcula por el tono grisáceo oscuro que va cogiendo la madera con el paso del tiempo.
Pero hasta que no lleguemos al mar no entenderemos la razón de ser de Nantucket. "Dos tercios de la superficie del globo son de los nantuckeses. Pues el mar es suyo...", escribe Melville en su célebre obra. "Únicamente el nantuckés reside y se refocila en el mar", añade. Las playas son vírgenes y parece que no tengan fin. En el punto más occidental, en Madaket, las olas suelen dificultar el baño, pero a la hora de la puesta del sol esta franja de arena es la más solicitada de toda la isla.
Cafés y restaurantes
La arteria principal de Nantucket Town es Main Street, y en ella y en las calles aledañas encontraremos tiendas, galerías, cafés y restaurantes. Vale la pena visitar Mitchell's Book Corner (54 Main Street), una librería que lleva 40 años funcionando y que gracias a la ayuda financiera de Wendy Schmidt, esposa de Eric Schmidt, director ejecutivo de Google, y propietaria de una casa en la isla, se asegura poder seguir abierta. Los Schmidt, junto con otros adinerados residentes de Nantucket, forman parte de un movimiento que se ha formado en los últimos años para intentar preservar algunos de los lugares emblemáticos de la isla y que peligran por los altos precios de los alquileres y la llegada de grandes firmas.
Para entender mejor el pasado ballenero de los nantuckeses debemos ir al Museo de la Ballena (13 Broad Street; www.nha.org), donde, aparte de reliquias de los navíos e instrumentos que se utilizaban para cazar cachalotes, podremos ver, suspendido en el techo, el impresionante esqueleto de una ballena que llegó hace 10 años a la orilla de la isla y murió allí mismo. Para los lugareños, éste fue un momento muy importante en sus vidas. Nunca habían estado tan cerca de este animal tan temido y querido al mismo tiempo. En un vídeo que se muestra en el museo se puede ver a los nantuckeses muy apenados tras conocer el trágico destino de la ballena.
Ya de noche, en la zona del puerto podemos tomar algo en el Club Car (1 Main Street), un piano-bar situado en un viejo coche del ferrocarril que unía Nantucket con Siasconset entre 1881 y 1917. Sconset, como los locales llaman a Siasconset, es un pequeño pueblo en el sureste de la isla que también merece una visita. Los pescadores de Nantucket construyeron pequeñas cabañas en esta población para quedarse mientras duraba la temporada de la pesca del bacalao. En el tejado de estas casas, hoy convertidas en magníficas residencias de verano, todavía se puede ver el llamado "balcón de las viudas", donde las mujeres aguardaban ansiosas el regreso a tierra de sus maridos.
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Guía
Cómo ir
» Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) tiene vuelos directos de ida y vuelta entre Madrid y Boston, a partir de 390,43 euros, precio final.
» Desde Boston hay compañías que vuelan a Nantucket, aunque principalmente en los meses de verano.
» También hay 'ferrys' (www.hy-linecruises.com y http://steamshipauthority.com) que se pueden tomar desde el puerto de Hyannis, a una hora y media por autopista desde Boston.
Dormir
» Hotel Green (www.vanessanoelhotelgreen.com; 001 50 82 28 53 00), 5 Chestnut Street, Nantucket. La doble, desde 250 euros.
» Sweet Liberty Guesthouse (www.sweetlibertynantucket.com; 001 50 82 28 23 76), 50 North Liberty Street, Nantucket. La doble, desde 100 euros.
» Otras opciones: www.nantucketlodging.org.
Comer
» Black-Eyed Susan's (50 83 25 03 08; www.black-eyedsusans.com). 10 India Street, Nantucket. Agradable local rústico con cocina a la vista.
» Centre Street Bistro (www.nantucketbistro.com). 29 Centre Street, Nantucket. Bistrot íntimo con una carta de vinos internacional.
» Straight Wharf Restaurant (www.straightwharfrestaurant.com; 001 50 82 28 44 99). 6 Harbour Square, Nantucket. Sirve pescados de la zona.
Visitas
» Museo de la Ballena (www.nha.org; 00150 82 28 18 94, extensión 0). 13 Broad Street, Nantucket. Abre de jueves a lunes, de 11.00 a 16.00.
Antes del 19 de abril, y entre el 14 de mayo y el 31 de octubre, abre sólo los sábados y los domingos. Entrada, 11 euros.
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