Kanouté destroza al Valladolid
El malí, con un triplete de goles, lanza al Sevilla ante un rival que pretendió jugarle de igual a igual
El Sevilla sigue a la caza del Madrid. Empeñado en asegurarse su plaza en la Champions, poco importa lo demás. El club, el entrenador, todos lo apuntan como objetivo único. Otra cosa sería un desastre. Avisaba Manolo Jiménez que el partido tenía trampa, que alguno que otro ya se había llevado un disgusto inesperado con el Valladolid. El equipo de José Luis Mendilibar, cumplida la misión de la permanencia, se siente fuerte, afianzado. Además, tiene clase, la que ponen Pedro León, Canobbio o Sesma; tiene fuerza, la de Borja y Rubio, y tiene un estilo en el que su gente cree con fe ciega. Así, el Sevilla se encontró con un rival antipático, máxime cuando le viene costando superar con claridad a equipos que tienen fútbol o que, al menos, intentan tenerlo. Claro que otra cosa bien distinta es la contundencia. Esto es, Kanouté, un puño de hierro que en cualquier momento aparece y golpea con una potencia que envía al adversario a la lona noqueado.
El Sevilla buscó una solución rápida, casi apresurada, y en apenas siete minutos ya se había colocado por delante. El primer balón que le llegó a Kanouté se convirtió en gol, fácil, casi sin oposición, aunque en un remate complicado. El Valladolid no apretaba. Quería una pelea cuerpo a cuerpo, de igual a igual, y despreció la presión habitual a cambio de jugar al pie. Pero el campo se estrechó y las bandas dejaron de funcionar en los dos bandos. Ni Navas, ni Sesma ni Pedro León. Y el partido se atrancó. Había pelea, había ritmo, pero no había juego. Entonces apareció Canobbio para poner una falta envenenada en el área que remató Goitom solo, olvidado de los centrales. El escenario típico de muchos de los goles de Valladolid, el balón parado, devolvía la historia al inicio, pero, para entonces, el equipo de Mendilibar había regresado a lo suyo, a lo que le funciona, a la presión a destajo, a adelantar la defensa, Luis Fabiano vivió casi toda la primera parte en fuera de juego y a cazar alguna falta, algún balón colgado, porque la pugna no permitía mucho más.
Jiménez recolocó a los suyos. Necesitaba músculo en el centro, recuperar el control de las operaciones. Devolvió a Romaric a la compañía de Duscher. El juego comenzó a inclinarse a la derecha y el primer momento de libertad de Navas sirvió para colocar un centro en el área y Kanouté, que se lo sabe de memoria, dio un paso atrás, se deshizo de los centrales y empaló el balón a la red al filo del descanso.
Jiménez anunció sus intenciones a poco de comenzar la segunda mitad. Ordenó un ataque general y devolvió a Perotti al césped para buscar batalla en la banda izquierda. En la jugada siguiente al cambio, Adriano, impecable toda la noche, regaló un pase profundo a Luis Fabiano, otra vez al borde del fuera de juego, para que el delantero consiguiese su primer gol en el Sánchez Pizjuán en lo que va de temporada. El Sevilla había recuperado el equilibrio, las bandas, el juego y el balón y el resto fue un paseo, un saco de ocasiones y uno de los mejores partidos de los últimos tiempos que, cerró Kanouté con su primer triplete.
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