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Una enconada y larga disputa

En 1932, el ministro de Obras Públicas de la II República Indalecio Prieto encargó al ingeniero aragonés Manuel Lorenzo Pardo un plan hidrológico nacional. Un año más tarde, Pardo presentó su plan, que incluía el trasvase Tajo-Segura. Tal fue el revuelo que el proyecto fue sustituido por el plan de trasvase del Ebro al Segura. Pasaron las guerras y las décadas y ninguno salió adelante. Pasaron décadas y guerras, hasta 1960, cuando Franco inauguró el enorme embalse del Cenajo, los ingenieros le expusieron el proyecto y el dictador dio su visto bueno. En 1966 el Gobierno encargó el proyecto y en 1979 comenzó a llegar el agua al Segura.

El agua del Tajo transformó las tierras resecas del campo de Cartagena en prósperos invernaderos y frutales. Eso explica la defensa de los trasvases que hace la inmensa mayoría de la sociedad de Murcia -la cuenca incluye también parte de Alicante y Almería- y el castigo que sufre el político que ose cuestionarlos. Y eso que el trasvase nunca cumplió del todo las expectativas de los ingenieros. Si inicialmente preveían trasvasar 1.000 hectómetros al año, la ley del trasvase lo dejó en 600. Y aún así sólo un año, en 2000, se alcanzó esa cantidad. La caída de las aportaciones en el Alto Tajo -casi un 50% desde principios del siglo XX, puede que fruto del cambio climático- y el aumento de la reivindicación del agua en Castilla-La Mancha lo han envuelto en polémica.

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En la costa no hay distinción ideológica sobre la necesidad de mantener la obra. El PSOE de Murcia encargó en estudio según el cual la derogación del trasvase del Tajo supondría la pérdida de 51.500 empleos y 1.700 millones de euros.

Mientras, Castilla-La Mancha destaca, también sin distinción ideológica, que Murcia se bebe un agua que no tiene y que hipoteca con ello el progreso de los manchegos. La reivindicación ha ido en aumento inexorablemente, especialmente desde que en 2004 el Gobierno de Zapatero derogó el trasvase del Ebro. Si era inviable un trasvase desde la desembocadura, ¿quién podía defender un trasvase desde la cabecera, cuyo impacto ambiental es mucho mayor?, preguntaba insistentemente el presidente castellano-manchego, José María Barreda. Éste ha conseguido el viejo anhelo de construir un trasvase Tajo-Guadiana, con el que mina el actual acueducto y además lleva agua a una zona de regadíos insostenibles, los cultivos de maíz subvencionados de Ciudad Real, que han secado el parque nacional de las Tablas de Daimiel.

El fin de la sequía ha dado un respiro, ya que los embalses de los que parte el trasvase Tajo Segura salieron a principios de mes de la situación de emergencia y, por primera vez desde junio de 2005, no es el Consejo de Ministros el que debe autorizar los desembalses hacia Murcia.

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