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Reportaje:

Cuando el terror es deporte

Desde la matanza de Múnich 72, atletas y jugadores son el objetivo de los terroristas - Los atacantes del equipo de críquet de Sri Lanka pretendían provocar el caos

El terrorismo es un instrumento de persuasión política; también lo puede ser el deporte. Lo raro, lo sorprendentemente raro, es que los dos se utilicen simultáneamente. Esta semana en Pakistán el terror y el deporte convergieron, por primera vez desde la matanza de 11 atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich hace 37 años, cuando 14 hombres fuertemente armados dispararon contra un autobús que llevaba a bordo un equipo de críquet en pleno centro de la ciudad de Lahore. Murieron seis policías, un conductor de autobús y otro civil. Ocho jugadores resultaron heridos.

Pese a que el número de víctimas no fue alto, comparado con otros ataques terroristas en la región, la repercusión ha sido grande. No sólo fue noticia en todo el mundo y provocó condenas de numerosos Gobiernos, cuando atentados en los que mueren muchos más en aquel país pasan casi inadvertidos, sino que la FIFA se vio obligada a convocar una reunión de crisis en la que se decidió aumentar las medidas de seguridad para el Mundial de fútbol en Suráfrica del año que viene a "niveles máximos".

El críquet es la única religión que une a todos los paquistaníes
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La desproporción de la reacción proviene no de las muertes, sino del factor añadido que representa el deporte, en esta instancia la selección de críquet de Sri Lanka que se dirigía a disputar un partido contra la selección paquistaní. Como el corresponsal de la BBC en Pakistán, Ilias Jan, no dudó en definirlo, fue un objetivo terrorista de "alto valor".

¿Por qué?

En el caso concreto de Pakistán el críquet es la religión que une a todos sus habitantes, independientemente de su identidad política o su relación con Dios. Lo mismo se puede decir de India y de Sri Lanka. Es como el fútbol para los brasileños, el hockey sobre hielo para los canadienses o el rugby para los surafricanos blancos. En todos los países existe algún deporte que sirve como seña de identidad, motivo de orgullo y elemento de solidaridad. Es íntimo y tribal al mismo tiempo. Despierta ilusión y decepción, tristeza y alegría, depresión y euforia. Opera en el terreno de las emociones, no de la razón. Es un instrumento eficaz en manos de individuos con objetivos políticos porque, al apelar más al corazón que al cerebro, el impacto es inmediato, potente y profundo.

Decía Nelson Mandela, el ex presidente de Suráfrica, que el deporte tiene más poder para movilizar los sentimientos de las grandes masas que cualquier político o Gobierno. Actuando sobre esa misma premisa, Mandela tuvo la astucia de utilizar el mundial de rugby de 1995 para unir a su país, cuya historia de división racial no tenía parangón en el mundo entero. Unos años antes el boicot casi global a la participación de equipos surafricanos en competiciones internacionales fue un poderoso factor de persuasión para que la población blanca accediera a reemplazar la tiranía del apartheid con la democracia.

Un caso de amago de boicot se dio el mes pasado cuando, como represalia por los ataques de fin de año en Gaza, las autoridades de Emiratos Árabes Unidos le negaron el visado a una tenista israelí que iba a competir en un torneo en Dubai. Se han creado organizaciones en Occidente a favor de extender un boicot internacional a todos los deportistas israelíes. Su punto de partida es que si Israel no pudiera jugar en el Mundial de fútbol, o si Yosi Benayún, el israelí que marcó el gol de la victoria para el Liverpool contra el Real Madrid la semana pasada, no pudiera jugar fuera de su país, el impacto político sería fuerte entre un sector importante del electorado israelí.

El deporte es el opio de los pueblos y, cuando la droga se niega, como ocurrió en Suráfrica, a los pueblos se les pueden abrir las mentes, hasta el punto de pedir a sus Gobiernos que cedan a presiones externas, que suavicen sus políticas de represión. ¿Quién sabe cuál hubiera sido el impacto sobre la historia de España en el caso de que se hubiera aplicado un boicot al deporte español en tiempos de la dictadura; si, por ejemplo, se le hubieran cerrado las puertas de la Copa de Europa al Real Madrid?

Algunos españoles, especialmente algunos que viven en Barcelona, siguen opinando que el éxito del Real Madrid en Europa tuvo un efecto inverso, que ayudó a Franco a consolidar su poder. Su aliado de los años treinta, Adolf Hitler, lo tenía muy claro. Vio en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín una oportunidad de consolidar la unión del pueblo alemán alrededor del concepto de la superioridad de la raza aria. Más tarde, un régimen militar argentino, cercano ideológicamente al fascismo europeo, posiblemente se ganó un par de años más en el poder tras la victoria de su selección en el Mundial de fútbol de 1978. Nunca desaparecerá la sospecha de que el general Jorge Videla y su Junta sobornaron a la selección peruana para que Argentina les derrotara por el margen de cuatro goles que necesitaba para llegar a la final en Buenos Aires.

En el caso reciente de Lahore, el objetivo de los fanáticos que atacaron al autobús de los jugadores de críquet fue, según los expertos de la zona, generar miedo y descontento entre la población para desestabilizar al Gobierno secular paquistaní. Si lo lograrán, no se sabe. Pero el impacto político es innegable: el sufrido pueblo paquistaní es incluso menos feliz de lo que fue antes del atentado. Y no por la muerte de los policías, sino porque proyectos bien encaminados para celebrar el Mundial de críquet en su país se cancelarán; porque selecciones internacionales dejarán de jugar en sus estadios; porque, de ahora en adelante, el consuelo que ofrece el deporte a los miserables de la tierra -el circo cuando hay poco pan- les será negado.

El miedo que recorre el mundo hoy, y que se extiende incluso a los fríos despachos de la FIFA en Suiza, es que los terroristas paquistaníes encuentren imitadores en otros países.

Amigos y familiares de una de las víctimas del ataque contra el equipo de críquet de Sri Lanka, ocurrido en Lahore, rezan en Baffa.
Amigos y familiares de una de las víctimas del ataque contra el equipo de críquet de Sri Lanka, ocurrido en Lahore, rezan en Baffa.REUTERS

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