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Cosa de dos
Columna
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Frentismo

Enric González

Il Foglio es un diario peculiar: muy pocas páginas y muchísima opinión. Quizá en el futuro todos los diarios sean así. Il Foglio es de Berlusconi (aunque la propietaria formal sea su esposa) y mantiene la línea berlusconiana, pero cuenta con un director, Giuliano Ferrara, especializado en provocaciones. Ferrara, vástago de una familia del gotha comunista, fue un brillante activista del PCI hasta que una misteriosa epifanía le empujó a pasarse a las filas de Il Cavaliere. Desde Il Foglio se entretiene haciendo travesuras de mejor o peor gusto. Igual encabeza la campaña para mantener con vida a Eluana que dice ser orgulloso posesor de un micropene.

La última de Ferrara consiste en proclamar que Il Foglio, un diario hecho en Roma, se entrega ardorosamente al Inter de Milán. No exactamente al Inter, sino a su entrenador, José Mourinho. Según Ferrara, la afición de Mourinho por la polémica acabará haciendo un gran bien a la capital industrial de Italia, habituada a la discreción burguesa y a un debate público encorsetado por las filiaciones políticas, económicas, religiosas y familiares.

Es posible que, al menos esta vez, Ferrara tenga razón. Habla de Milán, pero podría estar hablando de Europa. Nos hemos habituado a las trincheras políticas, a las iniciativas previsibles y a las ideas sobadas. Yendo a lo nuestro, tomemos una palabra que se escucha con frecuencia estos días: "frentismo". Como concepto político contemporáneo, es una solemne idiotez. Lo cual, con todo, no es grave. Lo peor es lo que representa la puñetera palabra: el atrincheramiento, la esclerosis, la inanidad ideológica. Instale usted un "frentismo" en su pueblo y échese a descansar: ni por casualidad va a cambiar nada. Ni en un lado del frente, ni en el otro. La heterodoxia, la innovación y la inteligencia quedarán desterradas, en un sentido figurado o literal.

Me gustaría que en el País Vasco ocurriera algo provocador. Me gustaría que ocurriera también en cualquier otro lugar. Si no pudiera ser, me conformaría con que nosotros, los que observamos, nos atreviéramos a provocar. La provocación puede generar dudas, con las dudas se acaba teniendo ideas propias, y con ideas propias (y un poco de honestidad) no hay "frentismo" que valga.

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