Fusiones
El decreto ley sobre telecomunicaciones que el Gobierno aprobó el viernes, de forma tan urgente como inesperada, abre interesantes posibilidades en el sector televisivo. En esencia, el decreto acaba con los antiguos límites accionariales y permite que las empresas de televisión se absorban unas a otras, con la única condición de que ninguno de los grupos resultantes supere el 27% de la audiencia. Es decir, que lo único imposible (la pública TVE queda al margen) es una fusión entre Telecinco y Antena 3. Cualquier otra cosa puede estudiarse. ¿Se dan cuenta de las opciones estupendas que aparecen ante nosotros?
Sólo espero que los magnates del sector (Planeta, Berlusconi, PRISA, Mediapro) sean audaces y no se limiten a comprar o vender acciones, dejando la programación como está. ¿Por qué desperdiciar la ocasión de experimentar con el multiculturalismo? Imaginemos, por ejemplo, que Telecinco absorbe Cuatro (perteneciente al grupo de EL PAÍS). No cabe ninguna duda de que La noria, el refinado programa de investigación de Telecinco, ganaría en credibilidad si incluyera un sermón de Iñaki Gabilondo. Y Hospital Central resultaría más entretenido si el doctor House apareciera de vez en cuando para poner a parir a esa peña de médicos modernillos.
También La Sexta, repleta de derechos deportivos pero encasillada de audiencia, daría un juego magnífico si se integrara en Antena 3. La densidad habitual de Dónde estás, corazón, el espacio que la cadena de Planeta dedica a la exploración del alma humana, se vería felizmente aligerada con la presencia de Patricia Conde y Ángel Martín. Y Física o química ganaría un montón si incluyera al Follonero.
El decreto ley permite asimismo, no lo olvidemos, fusiones entre cadenas minoritarias. Casi no me atrevo a sugerirlo, pero ¿y si se unieran La Sexta e Intereconomía? Estoy absolutamente seguro de que el Gran Wyoming pagaría por presentar El gato al agua, y de que el destino natural de Xavier Horcajo consiste en coquetear con las copresentadoras de El intermedio.
Hoy podríamos habernos entretenido también calculando los puestos de trabajo que se perderían con las fusiones, pero hay días en que no está uno para bromas.
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