Triunfo de Toni Manero
Con toda probabilidad estamos ante el mejor de cuantos musicales se han visto y producido en España desde que queremos emular a Broadway o a Londres con desigual fortuna. Fiebre... es muy difícil en sí mismo, pues parte de iconos musicales y estéticos muy establecidos en el consciente colectivo. Aquí el trabajo ha sido serio y a fondo, partiendo de convertir en teatro lo que realmente admite un vertido dramatúrgico creíble, y ahí está la clave de que se pasen las más de dos horas de la obra sin que decaiga el ritmo y el control de la acción, tanto bailada como de escena y diálogo.
La puesta en escena es potente y acertada, con una escenografía funcional que recrea a la perfección la época y la trama urbana de la degradada gran manzana. Los elementos escenográficos se adecuan a la técnica de hoy, a la electrónica y a la luminotecnia de proyecciones; envuelven la trama, la recrean. Tiene mérito, y mucho, la pericia del equipo técnico del teatro Coliseum, con cambios vertiginosos nada fáciles. Pero el vestuario falla estrepitosamente: no es creíble. Los setenta tienen una cromática muy particular que distingue la década y sus efectos (pensemos en los trajes de Ossie Clark o Mary Quant), y el ambiente que refleja Fiebre... posee señas que no son solamente los pantalones de campana.
FIEBRE DEL SÁBADO NOCHE
Dirección y coreografía: Karen Bruce (sobre la original de Arlene Phillips); vestuario y escenografía: David Shields; arreglos musicales: Nigel Wright; director musical: Arnau Vila. Teatro Coliseum. 19 de febrero.
La plantilla roza a veces lo impecable, desde el cuerpo de baile hasta los solistas. Es muy evidente que han trabajado duro y la coreógrafa ha reglado la lectura de baile, la ha metido en música con tal exactitud que emociona la organicidad y ajuste. Naturalmente que hay quien destaca: la energía y sensualidad de Carlos Bonno (especialmente su baile latino junto a Vanesa Bravo, otra revelación); el ritmo de Arneys Rubio o el convincente Christian Sánchez.
El protagonista es otra cosa. Juan Pablo di Pace (argentino residente en Londres y hallazgo principal de esta fiesta) es un animal escénico seductor. Buen bailarín, mejor actor y cantante de oficio, se diría que lo tiene todo. Su magnetismo en las distancias cortas, en los adagios y en la media voz, son de una verdadera estrella. Su Toni Manero no será fácil ni de olvidar ni de superar, pues a las intensidades de que dota al personaje suma una credibilidad que le da una gran categoría actoral. Fiebre... eleva el listón de lo que vemos en la Gran Vía madrileña y justifica tanto neón y marquesinas de reclamo.
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