Arturo Casado marca su territorio en la final del 1.500
"Es más fácil pasar a Arturo Casado saltándole por encima que adelantándole por la calle". La afirmación de Sergio Gallardo, uno de los tres de Birmingham que, lesionado, no podrá defender su plata en los Europeos en pista cubierta (Turín, del 6 al 8 de marzo), resume lo que el atletismo español conoce de memoria: tiene tal envergadura el mediofondista de Santa Eugenia que, si coge la cuerda, adelantarle es un suplicio. También lo sabe, claro, el propio Casado, quien organiza su estrategia en torno a tal verdad. Así hizo en la semifinal olímpica de Pekín con el devastador resultado de una pájara -tanto cambio de ritmo para preservar la primera plaza de los ataques de Mehdi Baala- y el hundimiento. Así lo hizo ayer, en Sevilla, en la final del Campeonato de España de 1.500 metros. Lo sabe también Diego Ruiz, y no le importa.
Con cabezonería digna de mejor causa, el burgalés de eléctrica arrancada intentó tres veces superar por la calle 3 a Casado: fue rebotar contra un muro, una roca inamovible. Casado, alimentado por una rabia nacida en Pekín y crecida en otras carreras, aguantó, resistió, ganó. Marcó su territorio. "He demostrado lo que valgo", le dijo a Juan Carlos Higuero, el campeón de Birmingham, también lesionado, que le entrevistó para televisión. Tercero acabó el joven Álvaro Rodríguez, quien cerrará el 1.500 español, siempre favorito, en Turín.
También destacaron Alberto Gavaldá, un zaragozano de 16 años que corrió los 200 en 21,37s; el sevillano Luis Alberto Marco, espléndido en el 800; los hermanos de Valdemoro Jesús y Fran España, primero y tercero en el 3.000, y la recién nacionalizada Digna Luz Murillo, quien, con su esposo, Luis Perea, futbolista del Atlético, hospitalizado, ganó su primer título de 60 metros.
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