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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Expresivo y algo brusco

El sábado no se fue únicamente al Palau para oír la música de Beethoven y Bruckner. Tampoco sólo a escuchar la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, la más antigua de Europa. El sábado se fue a ver a Riccardo Chailly, la batuta que rumores insistentes y no desmentidos sitúan como director musical del otro Palau, el de les Arts, a partir de la próxima temporada.

Se empezó la velada con la Segunda sinfonía de Beethoven, una de esas obras de frontera que pueden dirigirse mirando hacia atrás -los anclajes con Haydn y Mozart- o hacia delante: el propio Beethoven de la Tercera o de la Quinta. La Segunda presenta páginas tan vigorosas y espiritualmente beethovenianas (los movimientos extremos, por ejemplo) que permiten una lectura basada en fuertes contrastes dinámicos y de gran arrojo rítmico. Es lo que hizo Chailly: una interpretación más apasionada que graciosa, muy precisa, rápida y estimulante, con unos timbales a toda vela. Se le quedó en el tintero algo de ese lirismo que destila el Larghetto. Los instrumentos de madera, por otra parte, con una importante función, sobre todo en el Finale, se escucharon demasiado sumergidos en el conjunto de la orquesta.

RICCARDO CHAILLY

Gewandhausorchester Leipzig.

Obras de Beethoven y Bruckner.

Palau de la Música. Valencia, 21 de febrero de 2009

La Tercera de Bruckner resultó más convincente en cuanto al equilibrio de las secciones. Trompetas y trombones poderosísimos, pero nunca turbios, se nivelaron bien con la gran sección de cuerdas y con las maderas. Las trompas no dieron ni una sola nota en falso. Los timbales intervinieron con una dinámica mucho más elaborada. Chailly imponía unos tajantes y ajustadísimos finales de frase, seguidos, a veces, de silencios cargados de tensión. Combinó la brillante majestuosidad con momentos casi religiosos (en el Andante) y secciones genuinamente bailables (en el Scherzo). El director milanés evidenció de nuevo su preferencia por los contrastes bruscos y los tempos rápidos. Puede ser una tendencia peligrosa a veces. En cualquier caso, su batuta resulta precisa, comprometida y expresiva. No deja indiferente al espectador. Falta verlo en el foso, un ámbito realmente distinto. Pero, sobre todo, si los rumores se confirman, cabrá valorarlo por su trabajo diario. Va a encontrarse con unos cuerpos estables magníficos (orquesta y coro del Palau de les Arts). Y el reto es que consiga mejorarlos todavía más.

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