Baile debutante al son de la crisis
Los diseñadores jóvenes abren Cibeles entre los malos augurios y la ilusión
Ida Johansson todavía está cosiendo botones en el backstage diez minutos antes de que las modelos salgan a la pasarela y no tiene los nervios para entrevistas. Es una de los diez participantes en El Ego, la plataforma para jóvenes promesas dentro de Cibeles Madrid Fashion Week que, desde el pasado año, comparte recinto con la feria principal y que ayer inauguró la gran cita de la industria española. Una hora después, Johansson, igual de nerviosa pero satisfecha, explicará cómo encara el principio de su carrera y por supuesto la omnipresente crisis.
Pertenece a una generación de diseñadores de moda a los que les toca abrirse camino en medio de la negra situación económica y no todos coinciden en que este sea el peor momento para empezar. Que Chanel fue un fruto de los malos tiempos es una coletilla que se repite constantemente entre percheros en el showroom de El Ego, donde se puede comprar la ropa de los diseñadores emergentes seleccionados como Carlin Kholer, Natalia Pérez, Pedro García o Ignacio San Martín. Pero de ahí al optimismo hay un trecho. El mismo que separa una colección para la pasarela de producir y comercializar. La mayoría de los participantes fabrican unas pocas prendas en pequeños talleres para distribuirlas de forma muy escogida, trabajan por encargo o venden por Internet. Todo esto se financia con escasas subvenciones, premios y en la mayoría de ocasiones pluriempleándose.
Los participantes trabajan por encargo o venden por Internet
"La tesitura no afecta tanto a los recién llegados como a los consagrados, porque su producción es, en su mayoría, artesanal", opina Andrés Aberasturi, comisario de El Ego. Sostiene que la crisis agudiza la creatividad. Aporta datos: el jurado de El Ego ha recibido este año 220 dossieres, 60 más que en la edición anterior.
Serguei Povaguin, que se hizo ayer con premio L'Oréal al mejor diseñador de El Ego por segunda vez, tiene su propia teoría. "La crisis favorece la selección natural".
Fernando Cornejo y Silvia Salvador son los nombres que hay detrás de la firma Poti Poti. Viven el Berlín y defienden que allí se prima la práctica por encima de la teoría. "Los diseñadores antes de llegar a una pasarela importante han empezado a producir y a vender aunque sea en el mismo taller", explica Cornejo. Ellos siguen la misma filosofía y si tienen que elegir entre sacar colecciones para la pasarela o estar presentes en ferias optan por lo segundo.
Los jóvenes siempre tienen problemas sea cual sea el contexto. Este es el espíritu de muchos de los participantes; amoldarse a las dificultades. Algunos de ellos han pagado la colección que presentaban ayer con subvenciones o con premios, como la navarra Karlota Laspalas. El año pasado ganó el premio Mittelmoda en Italia por su tratamiento del tejido y coincide con sus colegas en que fabricar sus prendas fuera de España supone arriesgar la calidad y no entra en sus planes para seguir adelante.
Cada uno tiene sus soluciones, nadie se abandona al pesimismo aunque la inquietud está presente en los que empiezan. La crisis agudiza la creatividad pero lo pone crudo para llegar al escaparate.
El salto de Serguéi
El premio L'Oréal al mejor diseñador de El Ego, dotado con 6.000 euros, recayó ayer en Serguéi Povarin, por segunda edición consecutiva. Una repetición que refuerza la candidatura de este ruso de 28 años afincado en España. La ambición de la propuesta de Povarin, una de las más pulidas del certamen, pone presión en la organización de la pasarela madrileña para que genere ese tráfico entre sus dos certámenes.
TCN, en directo
La firma catalana TCN no sólo desfiló ayer por la tarde por primera vez dentro el calendario oficial de la Cibeles Madrid Fashion Week. Por si fuera poco, fue la encargada de inaugurarlo.
Najwa Nimri, la actriz cantante o la cantante actriz, actuó en directo durante el desfile. Con su característica voz rota, Nimri enfatizó el giro más urbano y agresivo de la propuesta de Totón Comella. De la mano (¿o del pie?) de altísimos, vertiginosos, casi, tacones rojos y mensajes garabateados en algodón, su ropa interior y sus propuestas para la calle aparcó lo bucólico de otras ocasiones para poder abrazar la tensión urbana.
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