Árbitros: excusa o problema
Me he pasado la semana entera fuera de nuestras fronteras, lo que me ha impedido atender en directo a la última victoria de España, con gol de Llorente incluido, salvo en esos reportajes en los que se ven, a la velocidad del rayo, todos los goles de las jornadas de las selecciones. Y por ahí, en medio de algunas joyas como las de Messi o Robinho, aparecieron los tantos de Villa y Llorente. Les puedo contar que fuera de nuestras fronteras el fútbol de la selección se ve con admiración y cierto punto de asombro, ya que de eterno aspirante a estudios superiores hemos pasado a cum laude sin pasar antes por los grados de licenciados y doctorados; o, dicho de otra forma, parecería que toda la experiencia acumulada, pero sin resultado positivo, en tantas y tantas oposiciones frustradas nos ha dado sabiduría para el momento de llegar a la cumbre. Por lo menos, hasta este momento, que ya hay quien quiere que refrendemos todo lo aprendido en el examen final del Mundial ante todos los grandes del orbe futbolístico. Ya habrá tiempo para llegar al 11 de julio de 2010 a las 20.30 de Johanesburgo (les voy avisando por lo de las reservas, las vacaciones y demás asuntos, que a alguno le va a pillar el tema en plenos sanfermines y va a tener un dilema), pero, por ahora, uno puede viajar por el mundo del fútbol para escuchar todo tipo de elogios referidos a una selección que causa admiración.
Toda esta semana la he pasado en Colombia por motivos de trabajo, lo que me ha permitido alejarme de nuestro diario punto de vista sobre esto del pelotón y, de paso, observar las fortalezas externas de nuestro balompié. Las millas náuticas hacen desaparecer las pequeñas polémicas que, en nuestro quehacer diario, elevamos a la categoría de debates máximos. Por ponerles un ejemplo, desde tan lejos se sienten maravillados con el juego del Barça reconociendo que es, en estos momentos, el equipo más interesante del panorama mundial, pero esto no es ningún problema para valorar también de manera sobresaliente el trabajo hercúleo en el que está metido el Madrid para recortar la distancia con un líder tan sólido, sin dar los blancos muestras de desmayo más allá de que su juego sea más o menos brillante.
En lo único que mis amigos colombianos encontraban que nos parecíamos era en la calidad de los árbitros, partiendo de la premisa de que su valoración era igual de discutible aquí que allí. Y me preguntaba yo, desde la frialdad que a veces nos da esa distancia, qué tendrán los colegiados para suscitar tan similares puntuaciones. La pregunta sería: ¿es posible que sean todos malos, en todos los países, en todas las competiciones y en todas las categorías? Admitamos que es estadísticamente imposible que algo así suceda. Aunque el axioma fuera válido para algunos, nos quedarían otros que suscitasen una consideración positiva. Ya sé que hay más de dos lectores que han extendido la opinión negativa a otros deportes que no son el fútbol, reforzándose en la teoría, pero esto no haría más que extender el campo de estudio, lo que nos ampliaría las posibilidades de encontrar ese mirlo blanco.
Y me pregunto si no es más posible que en un mundo tan incierto como el del deporte le estemos dando a los colegiados una parte exagerada en la influencia de nuestros resultados, sobre todo teniendo en cuenta que es ésta una variable sobre la que nunca podemos trabajar para mejorarla (bueno, hay algunos que se pasan la semana buscando más influir sobre ellos que encontrando las soluciones dentro de su propio vestuario).
Y es ahí, cuando tanto poder les damos, cuando tanta capacidad de influencia les otorgamos, cuando sus actuaciones nos resultan casi siempre insuficientes para compensar alguna escasez nuestra. Me da que la mayoría de las veces los del silbato son más una excusa que un problema.
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