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ELECCIONES 2009 | La campaña
Columna
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Falta humildad

Hacen campaña tres partidos pero la sociedad gallega va a juzgar si está satisfecha o no con el gobierno bipartito de la Xunta, quien se examina, aprobado o suspenso, es ese gobierno. Y si perdiese las elecciones tras una única legislatura querrá decir que lo hizo mal.

No es imposible que el gobierno bipartito de la Xunta pierda las elecciones. Esta crisis económica es una situación histórica extraordinaria, no es imposible que tenga un efecto electoral, pero la ciudadanía sabe que aunque estuviesen otros en el Gobierno y la Xunta la crisis económica iba a ser exactamente la misma, sólo cambiaría la política social. Si los partidos de la Xunta perdiesen, realmente sería debido a sí mismos.

PSOE y BNG no se enfrentan al PP sino a la abstención. O, mejor dicho, a sus errores

Y tendría mérito perder ante un Partido Popular bloqueado y autodestruyéndose. Y ante un PP en Galicia que desde que fue defenestrado Cuíña y se marchó Fraga carece de cualquier proyecto. Ya no es aquel PPdG pero tampoco es ningún otro. Son cuatro organizaciones provinciales sometidas al final a la calle Génova; un partido que hoy sólo conserva dos diputaciones, tan inestable y precario políticamente que no hay cabeza de candidatura provincial que no esté en peligro. Tendría mucho mérito perder ante una oposición así, pero no es imposible en absoluto, el PSdeG está preocupado, y el BNG debería estarlo, una parte de su electorado está desmovilizado. No se trata de votantes dormidos o emigrados, sino desmoralizados y enfadados. Hay que reconocerle rapidez a esta Xunta en decepcionar y desmovilizar a esa parte del electorado que le dio la victoria en las elecciones anteriores porque, venciendo la desesperanza, se animó a votar para quitar lo que había y poner algo nuevo y mejor. A lo mejor el PSdeG y el BNG creen que nuevos votos procedentes del electorado tradicional del PP pueden compensar su pérdida. Puede ser, o no.

Quizá ese sector del electorado frustrado se vaya animando y a última hora decida acudir mansamente con su papeleta para que no vuelvan los de toda la vida. Puede ser, pero es un electorado exigente y su disgusto es profundo. En el fondo son electores que están enfadados consigo mismos, se sienten utilizados, tienen el regusto amargo de creer que se equivocaron cuando se movilizaron para apostar por la Xunta bipartita. Esos dos partidos compiten entre ellos pero no es al PP a lo que tienen que enfrentarse, sino a la abstención. O, mejor, al balance de sus tres años y medio. Enfrentarse a sí mismos, a sus errores. Quizá los mayores sean por omisión.

Parece que su llegada a los despachos les provocó tal satisfacción luego de tantos años que perdieron la perspectiva de lo que se ve desde abajo. Seguramente que al acceder a los despachos que habían abandonado los anteriores se encontraron con más sorpresas debajo de la alfombra de lo que imaginaban. Seguro que cambiar las cosas era más difícil de lo que esperaban, pero debieron decirlo. Si habían recibido una herencia más estragada de lo que todos creíamos debieron encargar auditorías y hacerlas públicas, informarnos de cómo estaban realmente las cosas. También nos dieron estampas de modos autoritarios y de ostentación innecesaria que evocaban inevitablemente a la época anterior. A cambio, no hubo signos claros de romper con el entramado de poderes que había mantenido sujeta a la sociedad gallega. Qué rápido se entendieron con los mismos poderes de siempre, y qué poco les dolió en comparación defraudar a quienes les habían dado el gobierno.

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La prueba más palmaria del abandono de sus promesas es que a los socialistas se les haya caído del programa lo que habían prometido en la anterior legislatura, y no hicieron: regular las ayudas a los medios de comunicación privados. Esa zona oscura del dinero público, ese problema de la democracia gallega, que haya medios privados subvencionados con dinero público y que actúan como partidos. Esa dejación política quedó retratada cuando el candidato socialista en un mitin en A Coruña tuvo que rebatir no a la campaña del Partido Popular, que es lo legítimo, sino a una campaña de prensa hostil.

La sociedad gallega en conjunto es sensata, escoge entre lo que le ofrecen. Esta elección dependerá de que socialistas y nacionalistas hagan ver a una parte de su electorado que aprenden, que reconocen errores y que en el futuro pretenden mejorar. Falta humildad.

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