La Cibeles come 'kosher'
En Madrid conviven desde restaurantes judíos hasta brasileños. Entre las propuestas, el 'chill out' de SushiClub o las delicias africanas de Kimbumbu
La crisis y el afán por descubrir sensaciones gastronómicas renuevan el interés del público madrileño por restaurantes de comida internacional donde se come bien y distinto, sin que se resienta demasiado el bolsillo (todos oscilan entre los 30 y los 40 euros). Un recorrido por los más recientes sirve para sondear el fenómeno.
Naomi Grill
Sefardí
Luminoso, pulcro y sobradamente austero, luce el marchamo de kosher, término hebreo sinónimo de supervisión. En él, carnes, pescados y vinos, como el Barkan israelí, son escrupulosamente supervisados por su propietario italiano de origen sefardí Giuseppe Gavizon, y autorizados por el rabinato judío. No obstante, la carta es un relajado compendio de manjares donde conviven pacíficamente la pastella de carne árabe o el tayin de pescado propiamente judío. No podían faltar los asiduos con el gorro ortodoxo, la kipá. Tampoco humus, falafel, kefta o el brevat de almendras. Situado a desmano, pero con precios que hacen justicia a la abundancia de sus platos.
SushiClub
Japonés
Con dos meses de vida, esta primera sucursal en la capital de un holding argentino ya se ha hecho hueco en la agenda del famoseo. Pese a ello, es posible bucear a ritmo de chill out en su carta de cocina-fusión asiática en busca de un módico combinado para compartir de sushi, sashimis, makis y niguiris o una lubina envuelta en hojas de bambú. A un paso de Callao, con tres plantas fashion y un lounge para el copeo.
Olsen
Escandinavo
Combina un aire de modernidad nórdica y minimalista con una cocina de autor que fusiona tradición y vanguardia, con ingredientes que van de las huevas de salmón al mango. Atrapa a primera vista por sus envolventes maderas nobles de arce y roble, y un punto de refinamiento en el mobiliario que sirve incluso para recrear una salita de estar en mitad del local para sorpresa de su ecléctico público, en plena zona de Huertas. Las especialidades, mayormente suecas y noruegas, como el tartar de atún, son obra del televisivo chef argentino Germán Martitegui (en Buenos Aires, el local de Olsen es espectacular). También son famosos los blinis y tablas de sushi. Se ofrecen en platos de fotografía de revista y se acompañan de vodkas y chupitos servidos en vasos de hielo.
Acquafredda
Italiano
Podría quedarse en uno más en el escuadrón de la metrópoli, si no fuera por su doble oferta de restaurante y tienda de delicatessen. El primero, de aire industrial, acoge una bodega acristalada con medio millar de vinos de la Toscana o el Piamonte para maridar, por ejemplo, con unos tagliatelle aromatizados. La tienda es una abrumadora tentación en forma de pastas de sabores y envases con suculencias de media Italia. Del puesto de embutidos es posible llevarse un gorgonzola o una ración de lasaña. Se trata de la penúltima aventura en el barrio bien (Salamanca) del restaurador Ignazio Deias, gran capo de un emporio italiano que nació con el cercano Boccondivino (Castelló, 81).
Mister India
Indio
La India, en plena plaza de Lavapiés. Este local de folleto turístico es uno de entre el aluvión en la zona. Multiplica su encanto con luces, al caer la noche. Dispone de guisos como el dal maharai, con lentejas negras; comensales variopintos y el placer de poder perderse luego en el animado barrio.
Le Dragon
Chino
Tras las olimpiadas nos queda el regusto de la superación. Algo de eso ocurre con alguna especialidad de este céntrico chino de lujo con ciertas concesiones tailandesas y vietnamitas. Destaca el famoso dim sum, en cestas de mimbre. Enigmática, auténtica y bien rematada la parte superior, y peor insonorizada la inferior. Su autor es el interiorista Ignacio García de Vinuesa. Del Grupo Saigón, con otros cuatro asiáticos en la ciudad y un apuesto empresario al frente: Miguel Ángel García Marinelli.
Made's Warung
Balinés
Su interior esconde curiosidades de Bali, la nacionalidad de la mitad de la plantilla. Gustará a los amantes del exotismo por sus platos al wok. Además, por sus lámparas de nácar, cuadros costumbristas y manteles de coco. Un río en forma de instalación recorre este local con tienda y spa, donde es posible comprar un sarong (faldón típico) o darse un masaje.
With Love
Asiático-americano
La pena es que no sea tan céntrico como su predecesor en la calle de Alcalá (número 90). Aún así, en este nuevo local de la calle de Pradillo triunfan los menús a 10,50 euros. Los interioristas José Manuel Fernández y Germán Álvarez, del estudio Cuarto Interior, concibieron la idea original de este restaurante urbanita de mármol travertino y posmodernas sillas de cuero sin un ápice de parafernalia popular. La carta es un ejercicio de diseño gráfico que reúne una desafiante New York Burguer con unos pacific fried eggs o un kiribati, un mousse de mango que ameriza en la mesa sobre un plato con forma de canoa.
Baby Beef Rubaiyat
Brasileño
En São Paulo, la cadena Rubaiyat es una referencia. Sus dueños, de origen gallego, importaron hace tres años del país carioca este asador, también presente en Buenos Aires, con sabrosos cortes de carne a la parrilla. Es famoso el buey kobe, y la feijoada, el guiso popular. Camareros brasileños rinden atenciones en este inconmensurable local de ladrillo visto, con mesas de madera de ipe y magníficos artesonados. Porto Rubaiyat, en la planta baja, pone el contrapunto con ricos pescados.
Kimbumbu
Africano
Simula una toguna, casa de Malí. Mesas de hierro simbolizan la hegemonía del reino animal, y el lavabo-fuente del baño, una oda a la naturaleza. En Chueca todo vale, como esta aproximación a la cocina congoleña o senegalesa, con el maíz como base. Sus dueños, dos españoles y un egipcio, sorprendieron con dos árabes vecinos: Arabia (Piamonte, 12) y Cocina del desierto (Barbieri, 1).
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