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Columna
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Familiafobia

Hay indicios sobrados de que la Santa Madre Iglesia quiere destruir la familia a base de desprestigiar las modalidades de convivencia realmente existentes. Solo desde esta certeza se entiende toda la saña desplegada contra millones de personas que voluntaria y libremente comparten sus días en la abundancia y en el paro, en la salud y en la enfermedad, más ligadas por el pegamento de los afectos que por el ADN, los contratos y obligaciones, o los despóticos mandatos del Vaticano. Así van siendo ya buena parte de las familias de hoy, mal que les pese a quienes sobre ellas descargan homilías y anatemas, a quienes las maldicen y quisieran ver fracasar. Claro que habrá problemas en algunas uniones modernas, cómo no, pero viendo el excelente documental Homo Baby Boom que Anna Boluda acaba de presentar en Valencia hay que descubrirse al comprobar todo el amor y el valor con que sus protagonistas van criando a hijos e hijas, sin mandangas ni gori-goris.

Se quieren cargar la familia, y para ello desde el púlpito exigen un imposible: la regresión a aquella sociedad en miniatura donde el hombre gobernaba, modelo diseñado por los jerarcas católicos que partía forzosamente de un matrimonio canónico al que no se accedía en pie de igualdad..., familias, en definitiva, en las que la carga y el beneficio no resultaban simétricos porque siempre se obligaba a las mujeres a grandes renuncias. Clanes concebidos como un sistema de dominación y de intercambio de prestaciones, pero donde no todo el mundo daba y recibía por igual. Lo que pasa es que, afortunadamente y no sin mediar grandes luchas, aquello se empieza a acabar. Finito.

Además, ocurre que quienes tanta propaganda hacen a su santísimo sacramento (indefectiblemente abocado a la procreación incontrolada) se desentienden de sus familias de origen para vivir su vida, y no para formar ninguna otra. A veces ni tan solo respetan las ajenas, por eso intentaron beatificar al sinvergüenza fundador de los Legionarios de Cristo Marcel Maciel, "ejemplo de castidad" con amante e hijo abandonados y probable pederasta redomado. Por eso han llamado criminales a los parientes de Eluana, cuerpo destrozado desde hacía 17 años que, según el fantoche Berlusconi, "aún podía ser madre". Por eso acusan de "asesinato de embriones" a quienes conciben con la esperanza de que también podrán salvar a una criatura de la muerte temprana, reconstruyendo así la felicidad y armonía familiares. Por eso condenan el control de la natalidad y maldicen a las parejas homosexuales, muchas de las cuales deciden asumir la responsabilidad común de traer al mundo o de hacerse cargo de una personita.

Decía Sándor Márai que los judíos viven para la familia, mientras que los católicos lo hacen por la familia. Interpreto ese por en el sentido de gracias a la familia, y también que el escritor húngaro utilizaba el término "católico" en su vertiente cultural más que religiosa. Y lo cierto es que cuando las cosas vienen mal dadas y alguien te proporciona aliento y cobijo, esa es tu familia. Digan lo que digan las herencias genéticas, los certificados oficiales o el Papa de Roma que por el balcón asoma.

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