Un rompecabezas difícil de encajar
"Este país es sólo para los judíos", dice una ultraortodoxa sefardí
Una hora a las puertas de un colegio electoral del centro de Jerusalén basta para percibir la extrema complejidad de la sociedad israelí. Desfilan fanáticas como una simpatizante del Shas, el partido ultraortodoxo sefardí, que brama contra los árabes. Peluca en la cabeza -no pueden estas mujeres religiosas mostrar en público el cabello-, espeta: "Este país es sólo para los judíos. Quien proponga lo contrario viola la Torá. No podemos repartirlo con los árabes".
Un minuto después llega Avi, un joven soldado que no esconde su asombro por el apoyo que recaba el racista Avigdor Lieberman en el Ejército. Avi se sitúa en las antípodas. "Estaría bien que aprendiéramos árabe en Israel". El militar asegura que votará más tarde en Tel Aviv, su ciudad. Pero aún le carcome la duda. "Apoyo a la única izquierda de este país. A Hadash", dice del partido -antes comunista- en el que conviven palestinos y judíos sin roces raciales. Pero, ¿y si vence Netanyahu? "Por eso puede que opte por Livni, para frenar al Likud", añade.
Nechmia, partidario del Likud, afirma sin dudar: "Necesitamos una derecha fuerte, porque ya sabes los vecinos que tenemos". Aunque admite que en la guerra de Gaza el Ejército fue "muy duro", prefiere ahora a un dirigente que cierre caminos. "No podemos negociar con antisionistas". Ni Hamás, ni la Autoridad Palestina, ni Siria, ni Irán... Para él, todos son lo mismo.
Tal y Noah son dos amigas estudiantes de Relaciones Internacionales, fiel reflejo de una sociedad politizada y hastiada de sus líderes. Emplean ese léxico explícito propio de los israelíes. "Votaré a Kadima porque cuando Olmert lo echó todo a perder con su corrupción sólo Livni se enfrentó a él. Lieberman estará en cualquier coalición, pero prefiero que la encabece Livni". Y tercia Noah: "Kadima es una banda de corruptos que crearon un partido porque no encontraban hueco ni en el Likud ni en el laborismo para colocar sus enormes culos. Votaré a Meretz", el partido de izquierda que languidece.
Nadie vota a Meretz en el barrio ultraortodoxo de Mea Sharim. Es otro planeta. Porque en esta barriada, pobre de solemnidad, sólo los tocados por el dedo de los rabinos tienen opciones. Leon Landsberg, veinteañero barbudo, explica su visión apocalíptica. "El mundo necesita un cambio, pero hay gente demasiado mala para que ese cambio sea a mejor. El mundo se acaba", dice este hijo de neoyorquinos. ¿Y a quién votará? "A Unidad por la Torá y el Judaísmo. Así me lo ha mandado mi rabino".
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