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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL | Buenos Aires | Econonía global
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una ciudad sin monedas

Soledad Gallego-Díaz

La falta de monedas que padece Buenos Aires podría ser el tema de una buena novela policiaca. Nadie sabe con certeza por qué en esta ciudad es tan difícil proveerse de cambio ni quienes las están acaparando ni, sobre todo, dónde está el negocio que hace que desparezcan de la circulación.

Para unos, la culpa es del cobre que forma parte de la aleación de las monedas, porque el precio subió a las nubes y fundiéndolas se ganaba más que con el valor nominal de la moneda. Pero el cobre ha caído en barrena (ahora cotiza sólo un tercio de lo que valía en junio pasado) y las monedas siguen sin aparecer. Para otros, la culpa la tienen los bancos que no abastecen de monedas a sus sucursales, porque el coste del transporte de las monedas es mucho más alto que el de los billetes y así se ahorran el pago de muchos furgones. Por si acaso, el Gobierno ha multado ya a cinco entidades bancarias y ha abierto expedientes a otras 10 por colocar lindamente el cartel de "no hay cambio", pese a que están obligadas, por ley, a cambiar en monedas hasta 20 pesos de papel.

Nadie sabe por qué es tan difícil proveerse de cambio
Los porteños sufren un verdadero martirio para pagar el autobús
Los anuncios del Gobierno dicen: "No las acapares. Gástalas"

Finalmente, hay quien piensa que es una conspiración. La policía llegó incluso a allanar la sede de una empresa distribuidora de caudales, sospechosa de acaparar las monedas y luego venderlas con un 7% de beneficio a los desesperados comerciantes, dispuestos a pagar duros a seis pesetas (como se decía antes). En realidad, nadie ha podido demostrar nada fehacientemente.

La cosa es que el Gobierno argentino jura que hay en el mercado 5.069 millones de monedas, es decir, una media de 125 por habitante, un promedio igual al que existe en cualquier país razonable del mundo. Pero digan lo que digan las estadísticas, los porteños sufren un verdadero martirio diario, sobre todo, a la hora de conseguir los 1,10 pesos que cuesta, como mínimo, el transporte metropolitano. No hay otra forma de subirse al colectivo, día tras día, que tener en la mano las ansiadas moneditas. En el metro (o subte, como se llama en Buenos Aires) las cosas están un poco mejor porque existen tarjetas magnéticas y billetes de diez trayectos, pero para los millones de ciudadanos que no tienen más remedio que usar los autobuses, el calvario es cotidiano. Consecuencia: atesoran las pocas monedas que caen en sus manos y agravan el problema. Ahora las calles están llenas de anuncios pagados por el Gobierno: "No las acapares. Gástalas".

Los porteños, acostumbrados como nadie en el mundo a acomodarse a las crisis, han establecido rápidamente un nuevo código de comportamiento... y de redondeo. Por ejemplo, en los taxis, si la carrera cuesta 7,65 pesos, el cliente paga ocho sin rechistar. Pero si no lega a 7,50, entonces sólo paga 7 y tan contento.

La buena voluntad de los porteños para intentar hacerse la vida un poco menos difícil está súper demostrada. En los bares, en las tiendas o en los quioscos todo el mundo se esfuerza por hacer compras por un múltiplo de dos (el billete más pequeño). Nadie grita, nadie se enfada, nadie insiste. Simplemente, no hay monedas, ¿qué se va a hacer?

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