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Un sector 'abertzale' compite con ETA para cubrir el vacío de Batasuna

La banda terrorista presiona a los presos disidentes a través de sus familiares

Luis R. Aizpeolea

Si el Tribunal Supremo confirma hoy la prohibición a Askatasuna y D3M para participar en las elecciones vascas del próximo 1 de marzo, la izquierda abertzale no podrá, por primera vez en su historia, competir en unas elecciones autonómicas ni tener presencia en el Parlamento de Vitoria. Su vacío intentará ser ocupado, de forma inmediata, por ETA.

Tanto el Ministerio del Interior como los líderes nacionalistas están convencidos de que la banda terrorista, pese a sus limitaciones -las sucesivas caídas de sus líderes han reducido su capacidad operativa a dos comandos-, tratará de atentar durante la campaña electoral siguiendo la norma de los vasos comunicantes: cuando el brazo político se queda sin juego, el brazo armado asume su papel.

Los expertos creen que la banda atentará durante la campaña electoral
Un 60% de los presos etarras discrepan de los últimos actos terroristas
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ETA ha confirmado estas intenciones en sus últimos textos. En ellos, además, ha marcado las pautas que debe seguir la izquierda abertzale.

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Es evidente que la organización terrorista sigue queriendo pastorear en ese campo. Aunque no ha señalado una consigna electoral concreta -casi con toda probabilidad defenderá la abstención-, sí ha reclamado a los votantes de la izquierda abertzale que no se inclinen por el voto útil al nacionalismo, como sucedió en 2001, cuando muchos de sus seguidores desobedecieron sus órdenes para evitar que el tándem que formaban Jaime Mayor Oreja (PP) y Nicolás Redondo Terreros (PSE) batiera a Juan José Ibarretxe.

Los temores de los expertos apuntan a que, aunque tratará de atentar donde pueda, ETA dirigirá sus objetivos criminales hacia el campo no nacionalista, con una doble meta: evitar la movilización del PNV en vísperas de las elecciones vascas y soslayar las protestas que desde las bases de la izquierda abertzale le han llegado a raíz del asesinato del empresario nacionalista Ignacio Uria, a primeros del pasado mes de diciembre, y del atentado contra EITB (radio y televisión vascas) la mañana de Nochevieja.

De hecho, la banda dedicó el comunicado reivindicativo de ambos atentados a tratar de justificarlos, de manera inusitada, ante sus bases. En un caso, puso el acento en que Uria no se sometía a su chantaje económico, y en el otro en que se marginaban sus planteamientos.

La campaña de ETA contra el entorno del PNV está encendiendo la mecha del polvorín en que se han convertido para la banda terrorista las cárceles, con sus 700 presos etarras. Fuentes nacionalistas calculan en más de un 60% los presos etarras que discrepan de los últimos actos terroristas. A la disidencia conocida -los ex dirigentes etarras Txelis, Pakito, Urrusolo, Guisasola, Pikabea...-, hay que añadir a los miembros de la anterior Mesa Nacional de Batasuna, encarcelados tras la ruptura de la tregua, con los que ETA marca distancias en sus textos.

Sólo la férrea disciplina que ETA ha impuesto al colectivo de presos impide que el malestar de éstos siga los pasos de la disidencia pública que han expresado ex dirigentes de la banda de los años ochenta y noventa. La preocupación ha llegado a la dirección etarra, que ya ha empezado a presionar a los familiares de los presos díscolos.

Pero a ETA se le está abriendo otro frente en el sector de la izquierda abertzale que ha apostado por el polo soberanista -con el lema "ni autonomía ni violencia", o sea, ni PNV ni ETA- y que, a medio plazo, pretende ocupar el espacio que deja el oficialismo proetarra al impedir los tribunales su participación electoral.

El sector soberanista, que agrupa a gentes procedentes de Batasuna y que es seguido con simpatía por numerosos dirigentes de ese partido que ya no gozan de la confianza de ETA, entre ellos los que apostaron por el fin dialogado del terror hace tres años, pretende avanzar por la vía de los hechos consumados en un proyecto independentista alejado de la violencia, a la vista de que las instituciones del Estado ya no van a tolerar una izquierda abertzale que no marque claras distancias con el terrorismo.

Ese sector pretende actuar por su cuenta desde ahora, sin contar con ETA y con la vista puesta en futuras elecciones. De hecho, defiende el voto nulo en los comicios del próximo 1 de marzo. Incluso es altamente probable que lo mantenga aunque la izquierda abertzale oficial apueste por la abstención, la fórmula que usan habitualmente los proetarras para impedir, por el miedo, fugas de voto a otras opciones nacionalistas.

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