La Capadocia ibérica

Hace apenas un año que abrió oficialmente sus puertas el Centro de Interpretación del Rupestre en el Valle de Valderredible, al sur de Cantabria. Pero fue en verano cuando empezó realmente a funcionar y darse a conocer. No se trata, como podría sugerir su nombre, de un acercamiento al arte prehistórico (del que tantas muestras guarda Cantabria: hasta 60, de las más de 6.000 cuevas naturales, conservan algún vestigio humano). Se trata de algo muy distinto y peculiar: el conjunto de eremitorios e iglesias excavados en la roca entre los siglos VI y VIII que convierte al Alto Ebro en una especie de Capadocia hispánica injustamente desconocida.

Un magnífico audiovisual (que anima escenarios recreados en una cueva artificial del centro) pone en antecedentes del fenómeno y su contexto histórico. Según la tradición, el propio san Millán de la Cogolla (un antecesor de Santiago, que se adelantó cuatro siglos a la leyenda de éste) es quien habría ido evangelizando las riberas del Ebro, coincidiendo en el tiempo con la conquista de Cantabria por parte de Leovigildo; de ahí la nebulosa destrucción de la ciudad de Amaya y el parentesco de estos conjuntos rupestres con el arte visigodo.

Leyendas aparte, lo cierto es que a lo largo del Ebro se fue instalando un buen número de anacoretas que reproducían un cristianismo de moda, nacido cien años antes en los desiertos de Egipto y el Sinaí. La moda religiosa se hizo necesidad cuando los árabes irrumpieron en la Península; cuevas y ermitas sirvieron de refugio contra las razias musulmanas -lo mismo que ocurrió, casi al mismo tiempo, en la propia Capadocia, en el corazón de Turquía.

El Cuevatón

Valderredible significa etimológicamente valle de las riberas del Iber (Ebro). El centro abierto en Santa María de Valverde se encuentra al oeste del valle cántabro. Son más de 60 los enclaves del valle que poseen algún vestigio rupestre. Santa María es uno de los principales. Allí se juntan tres espacios diferenciados, una necrópolis, eremitorios dispersos y el centro común de culto o iglesia subterránea (junto a la cual se ha construido el Centro de Interpretación). La iglesia (el Cuevatón) es la mayor de las cántabras, con dos naves separadas por pilares y tres ábsides, todo picado en la roca; esta iglesia pertenece a la época de la repoblación (fines del siglo VIII al siglo X), y en tiempos del románico se añadió una espadaña sobre el teso que aloja a la cueva. A un paso de allí, en San Andrés de Valdelomar, un conjunto rupestre aparece tallado en la toba a modo de termitero.

Hacia el centro del valle se encuentran, entre otras, las iglesias de La Puente del Valle (impresionante el conjunto de San Pantaleón, con cuevas que fueron habitadas desde la prehistoria) y la de Campo de Ebro, en la cual, según Gregory Kaplan, podría haber sido enterrado san Millán.

Una cascada al fondo

Hacia el este del valle, cerca ya de los Cañones del Alto, la iglesia de Cadalso es muy sencilla, está al lado de la carretera y se puede ver desde las rejas de la puerta o la ventana; hace unos años se retiró la espadaña de piedra, sustituyéndola por un poste metálico rojo, a guisa de campanario, que le da aspecto futurista. Más allá, a kilómetro y medio de Villaescusa de Ebro, El Tobazo añade a la iglesia varias salas y túneles, todo ello en un paraje espectacular, con cascada al fondo. A medio camino entre Cadalso y Villaescusa, Arroyuelos posee una de las iglesias que más recuerda a Capadocia, ya que se halla excavada en una peña aislada, con dos pisos y una notable altura en la parte baja, donde puede verse un arco de herradura y una tribuna con escalera de acceso, todo tallado a golpe de azuela.

El valle cántabro de Valderredible forma una suerte de broche entre las provincias de Burgos y Palencia, que también poseen conjuntos rupestres. Es una lástima que autonomías y ayuntamientos no se hayan puesto de acuerdo para dar al Centro de Interpretación un carácter más ecuménico y brindar del fenómeno del eremitismo una visión más global, es decir, más real. Porque a sólo tres kilómetros de Arroyuelos, pero ya en territorio burgalés, se encuentra otra de las iglesias más representativas, la de Presillas de Bricia, también en una peña excavada en forma de termitero (en los paneles del centro, de esta joya ni mu).

El interior, de dos pisos, es el más alto de estos oratorios. En la misma peña, la llamada Cueva de la Vieja, no comunicada con la iglesia, pudo ser el baptisterio, ya que posee dos pilas. Hay muchos más eremitorios en las Merindades de Burgos, junto a Cantabria, y en dirección opuesta, en el Condado de Treviño, otro conjunto impresionante de época visigoda: lo llaman Las Gobas y está entre los pueblos de Albaina y Laño.

También a poniente, en tierras de Palencia, se encuentran ejemplos de eremitismo rupestre. La más espectacular de las iglesias tal vez sea la de Olleros, que guarda mucho parecido con Santa María de Valverde (donde está el Centro de Interpretación). Esta moda religiosa se mantuvo en los siglos oscuros de las conquistas bárbaras y después de las razias árabes. Con la reconquista y la repoblación, a partir del siglo IX, las cosas iban a cambiar radicalmente; el terror del milenio (se acercaba el fin del mundo) haría que los monjes se agrupasen en tierras ya seguras, en cenobios (mal llamados monasterios) cada vez más grandes y organizados, convertidos a veces en ciudadelas autosuficientes, amasadas con piedras románicas: es ya otra época y otra forma de espiritualidad.

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