El hotel, el carillón y el quiosquero de sus señorías
Lujo, costumbrismo y política se unen en la esquina del Palace
Mucho símbolo nacional y mucha aseguradora -Groupama, Ges Seguros- es lo que se ve desde la esquina del hotel Palace, en la diagonal con el Congreso de los Diputados. Símbolos patrios: la bandera, el friso de las Cortes -que representa a una mujer, España, con la Constitución en la mano, y una serie de personajes trasunto de la Fortaleza, la Justicia, el Valor, las Ciencias, la Armonía, las Bellas Artes, la Agricultura, el Comercio, los Ríos, la Abundancia y la Paz- y los leones del bronce que, ya lo dice la inscripción con ese punto de mala leche y chulería tan español, se obtuvo de "los cañones capturados al enemigo en la Guerra de África". Está, además, aunque no se le ve casi, oculto entre los árboles, el ilustre Miguel de Cervantes, cuya estatua utilizan las palomas para descansar y hacer sus necesidades.
La zona es, sin lugar a dudas, una de las más vigiladas de España
"Acaba de pasar Simancas", dice Felipe, el quiosquero de la plaza, que vende prensa a toda la clase política española. "Zapatero también me compraba el periódico. Pero luego llegan al poder y se olvidan", señala. De los diputados, asegura que son gente muy maja y se llevan muy bien, "aunque luego se suben al estrado ahí dentro y parecen panteras". Con todos ellos se ha hecho fotos, pero también con los personajes famosos que por la plaza pasan. "Estuve con Beckham y también con Antonio David, el novio de la Rociíto, que tenía a los abogados por aquí cerca", comenta, a modo de ejemplo. Del que no guarda buen recuerdo es de un famoso escritor y columnista que falleció hace algo más de un año: "El tipo venía todos los días y quería que le regalara los periódicos, por la cara. Le tuve que decir que no, porque yo vivo de esto, y me montó una bronca soberana", explica.
Este es, sin lugar a dudas, uno de los lugares más vigilados de España. Sólo en el Congreso hay 100 cámaras y toda una comisaría. No es raro, dicen, ver a los policías salir hasta de las alcantarillas, y sin embargo a Felipe le han atracado dos veces el quiosco. "La primera fue a mi hijo, hace dos años, y la última a mí; hace dos meses, me sacaron un cuchillo y se me colaron dentro. Tardé en reaccionar 10 minutos", cuenta. ¿Y los policías del Congreso? "Como si nada".
José Antonio, de uniforme, pasea con la cara tapada por el frío frente a las puertas de bronce, esas que sólo se abren cuando el Rey inicia las sesiones, o el 6 de diciembre, cuando el palacio celebra sus jornadas de puertas abiertas. Él es uno de los policías que vigilan las 24 horas, los siete días a la semana, la sede de la soberanía popular. Antes estuvo en Inmigración y Extranjería, así que esto del Congreso le parece "el paraíso". Los turnos peores, de ocho horas, son los nocturnos y en la puerta. "Se está mejor dentro, con las cámaras", afirma. Y quizá para excusar los atracos al quiosco de enfrente, asegura que es que hoy "se roba ya en todas partes".
Son las doce del mediodía, hora para asistir a una de esas cosas un poco feas y absurdas de Madrid, pero que cuentan con sus seguidores. Suena el carillón de Groupama, se abre la puerta del primer piso y de él salen cinco figuras con pinta de ninots de las fallas: Goya, la Duquesa de Alba, Carlos III, una maja y un torero. Olé. Giran sobre sí mismos, alguno mueve un brazo, vuelven a girar... Y así durante cinco minutos en los que algunos viandantes se paran. "Pensaba que iban a lanzar caramelos", destaca con sorna Andrés, que ha aprovechado el momento para descansar de su trabajo poniendo unas cortinas en la entrada del Palace.
El hotel, que fue construido en 1906 por iniciativa de Alfonso XIII, es ya parte de la historia de España. Se dice que la espía Mata Hari se alojó en él durante la Primera Guerra Mundial. Después sirvió de hospital de campaña en la Guerra Civil, y durante los cincuenta se alojaron en él Lauren Bacall, Tyrone Power y Cary Grant. Ya en la democracia, una comisión de subsecretarios montó un Gobierno de emergencia en sus salones mientras Tejero mantenía secuestrados a los diputados a 100 pasos, y poco después Felipe González se asomaría a sus balcones para saludar a sus seguidores tras la victoria socialista en 1982.
A todo esto ha asistido la familia del quiosquero Felipe, que vende aquí los periódicos que contaron las noticias a los españoles desde hace 75 años. "El negocio lo empezó mi suegra con un plástico en la puerta del Palace. Luego nos dieron el quiosco y aquí estamos. Pero yo seré el último. Cuando me jubile, en cinco años, lo cerramos", asegura. La culpa, la dureza del negocio y la crisis de la prensa, "que cada vez se vende menos". Habrá que ver entonces dónde compran los periódicos la clase política de España.
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