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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Frustrado viaje a la semilla

La palabra "Doo", explica el propio Pereira, resulta de un error ortográfico común para denominar un dúo de danza moderna en Mozambique. Este dúo de anoche, si es que lo hay, también resulta un error, al menos en lo escénico. Se trata de un deshilachado proustiano, un hombre (blanco) hijo de colonos en Maputo, que vuelve a los orígenes en busca de un asidero en tierras que abandonó a los 12 años camino de Europa. Todo se desarrolla en un ambiente informal nada ritualizado (hasta descorchar una botella de champaña y bromean) donde se esboza cierta coordinación que no cuaja ni crece, quizás sea un camino de frustración provocado y merecido, intencionado hasta lo inquietante. Miguel Pereira aburre a las ovejas hablando, relatando una historia que no logra sostener una acción que se basa, vagamente, en su niñez perdida, en el páramo de unos recuerdos que pueden tener hasta un trasfondo brutal que se intuye y no se manifiesta. Bajo un humor discreto, la evolución del dúo circula sobre un reglado rudimentario de material ancestral, rítmico, que probablemente para un antropólogo tenga un cierto hilo, pero que acaba de no dar lugar al acto coreográfico.

O RUMO DO FUMO / MIGUEL PEREIRA DOO

Intérpretes: Bernardo Fernando y Miguel Pereira; música: Jari Marjamäki; luces: Thomas Walgrave. Festival Escena Contemporánea. Casa de América, Madrid. 29 de enero.

El bailarín negro, con un físico impresionante y una sinuosidad típica, mantiene la entidad de estantigua persecutoria, de rastro totémico, de hilo de vida o cuadratura del círculo vital del coreógrafo blanco que quiere bailar como un negro y que le imita (hasta se pone una peluca de rizos azabache). Pero ya, el que regresa allá al sur del sur, sabe que no conseguirá más que seguir de lejos el tamtan.

La obra acaba y redime al espectador con un solo vibrante de casi 10 minutos de Bernardo Fernando, que en silueta, a golpe de percusión manipulada por la electrónica, brinda un apogeo de energía, casi un grito de libertad expresiva. Haber empezado por ahí.

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