Nadal ante su doble
Verdasco reta al 'número uno' con sus mismas armas: una gran zurda, iniciativa y dureza mental
Fernando Verdasco se adentra exultante en el vestuario. Acaba de clasificarse para las semifinales del Abierto de Australia, y busca un fisioterapeuta que le quite los vendajes y las protecciones, el aparatoso andamiaje que le sujeta los pies y le resguarda las uñas ennegrecidas. Ahí se encuentra a un tenista que está haciendo justo lo contrario. Esparadrapo en los tobillos. Esparadrapo en las rodillas. La raqueta en la mano. Y, mientras prepara su salida, palabras de ánimo. "Felicidades, has jugado muy bien", le dice Rafael Nadal, que luego gana a Gilles Simon y así se cita hoy con su amigo en semifinales (9.30, Cuatro).
Cuidado. Verdasco ha escuchado los consejos, y se ha reinventado: "Fue en el torneo de Stuttgart 2005. Perdí con Rafa y fue la única vez que me aconsejó algo. Me dijo que cuando mejorase la forma de moverme y fuera más regular mejoraría". Tanto como para coprotagonizar hoy un duelo intrigante: zurdo contra zurdo.
"Antes Fernando cometía errores; ahora sabe lo que quiere", dice el mallorquín
Antes del encuentro, antes del partido que decidirá el rival de Roger Federer en la final -el suizo venció 6-2, 7-5 y 7-5 a Andy Roddick-, los recuerdos. Hubo un día que Nadal amenazó de muerte a Verdasco. En broma, claro. Ocurrió que el mallorquín cayó enfermo. Que el madrileño debió sustituirle en su partido de la Copa Davis contra Suiza en 2007. Y que ya con la victoria en el bolsillo Nadal fue claro: "Perder contra Bohli hubiera sido una catástrofe. Yo le hubiera ahorcado".
No hubo sangre, porque Verdasco consiguió el triunfo, y la pareja siguió su camino, que tantas veces se ha cruzado en el Bernabéu y hoy les ha reencontrado.
"Que los dos sean zurdos lo cambia todo", dice Tati Rascón, entrenador de Verdasco durante un tramo del curso pasado. "Los zurdos suelen entrar de forma natural contra el revés del contrario. Ellos, sin embargo, se van a encontrar con la derecha de cada uno, y será más fácil que se sorprendan. Al zurdo jugar con otro zurdo le rompe los esquemas. Debe cambiar la forma de hacer daño". No es un dato cualquiera. El zurdo es un tenista en minoría y una especie en extinción: desde Roland Garros 1992 no había dos en la semifinal de un grande. Desde 1979, no se les veía en Australia, que no celebra un campeón zurdo desde 1998 (Petr Korda). Esos antecedentes avanzan lo que viene: un partido grande.
"De Verdasco lo veo todo peligroso", argumenta Toni Nadal, tío y entrenador del número uno. "Está pegándole muy bien a la pelota. ¡Todo lo hace bien! Pero lo más peligroso es la confianza que tiene", cierra. "Lo que pasa", añade su sobrino, "es que yo nunca he jugado con Fernando a este nivel. Antes, a veces, cometía errores en los momentos importantes, y perdía un poco la concentración. Ahora ha cambiado eso. Será durísimo, porque ahora sabe siempre lo que quiere hacer", asegura el número uno, que ayer se entrenó con 45 grados y vio cómo el público le pedía con carteles que vuelva a mostrar sus músculos -"Rafa, ¿dónde están tus pistolas?"-. Da igual. Bajo la tela de las mangas nuevas, dice Verdasco, hay bíceps de sobra. "Rafa es el rival más duro a cinco sets, pero no quiero pararme a pensarlo", sentencia el madrileño, que ayer pasaba consulta con Darren Killer Cahill, entrenador veterano. "Los dos somos zurdos, los dos tiramos con efecto, los dos intentamos llevar así la iniciativa, pero nuestras derechas no son exactamente iguales. Será una buena batalla".
Los Nadal vieron por primera vez a Verdasco en una cena en un Torneo Future en el País Vasco, allá por el 2000. El madrileño, que tiene tres años más que el mallorquín (25 por 22), ya no era el niño con hiperactividad que no podía medicarse porque daba positivo, sino un tenista experimentado. Desde entonces, la relación ha sido "correcta" y amistosa. Hoy, Verdasco busca su primera final grande. Nadal, la primera de Australia. Dos zurdos y un sueño se cruzan en Melbourne.
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