"Soy un buscador de historias"
Eugenio Martín nació en Granada en 1925. En los años cuarenta, tuvo el atrevimiento de fundar un cineclub junto a un grupo de amigos en su ciudad natal. Luego, marchó a Madrid a estudiar cine. La capital le convirtió en un director de culto, autor de la célebre Pánico en el Transiberiano (1972). Esta semana, el Festival de Cine Clásico de Granada proyecta algunos de sus trabajos, como Despedida de soltero (1957), El precio de un hombre (1966) o Tengamos la guerra en paz (1977).
Pregunta. ¿Cuándo comenzó a interesarse por el cine?
Respuesta. En la facultad formaba parte de una tertulia literaria junto a José Martín Recuerda o Elena Martín Vivaldi. Comencé a publicar mis primeros poemas y ya por aquel entonces me gustaba el cine, aunque se trataba sólo de una afición. Un día decidimos poner en marcha un cineclub universitario. Gracias a Emilio Orozco el proyecto salió adelante e incluso conseguimos alguna subvención ridícula que daba para imprimir unos programas en los que yo publicaba pequeños ensayos sobre la película que iba a proyectarse. En los años cuarenta, Granada era una ciudad espantosa. Si te pillaban un libro de Lorca o de León Felipe, podías acabar en la cárcel. En medio de ese ambiente pusimos en marcha el cineclub y fue algo muy osado. Un día me llamó un jesuita para decirme que los textos debían ser corregidos por él antes de publicarse. Aquello me llevó a dejarlo.
"En los años cuarenta, Granada era una ciudad espantosa"
"Estoy ultimando un guión sobre la relación de Velázquez con el rey Felipe IV"
P. ¿Fue entonces cuando se planteó la posibilidad de exiliarse?
R. Yo era joven y me sublevaba continuamente. Además, me escribía con Emilio Prados y con otros intelectuales que se encontraban en México. Estaba decidido a irme. Compré un billete para un barco que zarparía con destino a Venezuela. De allí pensaba viajar a México, ya que desde España era imposible. Entonces, sin que yo lo esperara, el rector de la Universidad de Granada me consiguió media beca comedor para que pudiera estudiar cine en Madrid. Aquello cambió mis planes y mi vida de forma decisiva, aunque no dejé de sentirme en peligro. Cada vez que recibía un ejemplar de la revista Las Españas pensaba que cualquier día podía tener serios problemas.
P. En aquellos años rodó su primer trabajo, Viaje romántico a Granada. ¿Cómo surgió y en qué sentido fue decisivo en su trayectoria?
R. Un día un cuidador de la Alhambra nos dijo que nos iba a enseñar un tesoro. Se trataba de una colección con los grabados que realizaron sobre el monumento los viajeros del siglo XIX. Eran fabulosos y pensé que quería realizar un viaje, el mismo que realizaron aquellos alemanes e ingleses pero a la inversa. Rodé la primera versión en 16 milímetros. Duraba unos 20 minutos y contaba muchas historias. Todavía hoy me siento orgulloso de aquel trabajo. El copión de la película me fue muy útil para ingresar en el instituto de cine porque hacía más que evidente mi vocación. Después, gracias a Rafael Losada, puede rodarlo en 35 milímetros con música de Ernesto Halffter, que escribió una partitura completa de 20 minutos para la película. Fue una de esas muestras de generosidad y de fortuna que son decisivas en una carrera profesional.
P. ¿Aprendió algo en el instituto de cine o, por el contrario, como apunta la creencia, en esos lugares no se aprende casi nada?
R. Más bien lo segundo. Se aprendía muy poco allí. Sólo puedo señalar dos virtudes de aquella institución: que tenía un plató donde podíamos practicar y que nos puso en contacto a personas de la misma edad con la misma afición. Mi promoción siguió a la de Carlos Saura, que, a su vez, había seguido a la de Berlanga. Fuera de eso, los profesores eran bastante mediocres.
P. Sin duda, su nombre está ligado a la película Pánico en el Transiberiano, por la que se le considera un autor de culto. ¿Cómo surgió el proyecto?
R. Fue un contrato que firmé a ciegas. Una productora americana me ofreció rodar tres películas de las que desconocía el guión. Yo acepté. Las dos primeras fueron un fracaso. Era la época de McCarthy y de la fobia al comunismo en EE UU. Algunos actores comunistas y otros profesionales del cine andaban por España muy mal de dinero, y los productores los contrataban por un puñado de pesetas. Logramos un gran reparto con una gran historia, y ésa es la clave para tener una buena película.
P. ¿Pero la producción no era hispanobritánica?
R. Eso era un camelo. La película la pagaron los ingleses y los norteamericanos. La parte española no existía, eran dos figurantes que estaban ahí precisamente para eso, para figurar.
P. Da la sensación de que tiene un largo camino por delante.
R. Estoy enfrascado en un nuevo proyecto que me tiene muy ilusionado. En España se han hecho series sobre muchos personajes ilustres pero nunca se ha trabajado la figura de Velázquez porque existe muy poca información sobre su vida. Estoy ultimando un guión sobre la relación del pintor con el rey Felipe IV, que era un verdadero obseso sexual que tuvo más de 30 hijos ilegítimos. Es una historia de una riqueza enorme.
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