Kaká, la gerontocracia y las ofertas diabólicas
Digamos que Silvio Berlusconi es un personaje singular. Así nos entendemos todos y él no se enfada. Porque una de sus singularidades consiste en leer, o en hacer que le lean, lo que se escribe sobre él en las páginas deportivas. Puedo garantizarlo: cuando trabajaba en Italia, más de un lunes recibí una llamada de Paolo Bonaiuti, hombre de confianza de Berlusconi y portavoz del Gobierno. Bonaiuti llamaba para quejarse. No por una crónica de política o economía, sino por alguna opinión contenida en unas cosillas llamadas Historias del calcio que hacía yo entonces.
Parece bastante evidente que Berlusconi tiene un alto concepto de sí mismo y cuenta con ocupar un lugar destacado en la historia italiana. Sospecho, sin embargo, que, por encima del dinero, del poder y de los galanteos, es decir por encima de todo, valora su trabajo en el Milan. ¿Recuerdan el Rosebud? Era el trineo que, en Ciudadano Kane, el magnate añoraba en el momento de la muerte. Pues bien, Berlusconi no ha perdido su Rosebud. Para Berlusconi, el Milan es a la vez un objeto de placer casi infantil y un símbolo de trascendencia.
El Milan no pasa por su mejor momento. Ni en la competición italiana, hasta ahora dominada por el Inter y la Juventus, ni en Europa: vivir fuera de la Champions ha de resultar muy duro para una institución que se autoproclama "el club con más títulos del mundo". El Milan de 2009 es además un equipo tremendamente desequilibrado. Basta recitar la alineación que se enfrentó al Roma hace un par de semanas: Abbiati (31 años), Zambrotta (casi 32), Maldini (40), Favalli (37), Jankulovski (31), Beckham (33), Seedorf (32), Pirlo (28), Ambrosini (31), Ronaldinho (28), Kaká (26) y Pato (19).
Observen que la parte delantera es de alto nivel y de edad razonable. Todo lo que hay detrás, por el contrario, es disfuncional y fondón, impropio de un gran equipo. En la defensa falta Nesta, cierto. Pero Nesta va por los 32 años y está muy castigado por las lesiones.
Contaba ayer John Carlin que Kaká ha rechazado la megaoferta del Manchester City, que John llamaba "la oferta del diablo" (El diablo, curiosamente, es el apodo del Milan), y que ha hecho un favor al fútbol quedándose con Berlusconi. El City, por supuesto, no es el Milan. Hasta ahí, de acuerdo. Ahora bien, ¿se han fijado en todo lo que necesita el Milan para acabar con la tendencia gerontocrática? Los viejos jugadores milanistas cuentan con la experiencia necesaria para ganar cualquier final, pero no con las piernas para llegar a ella. A finales de esta temporada se impondrá una renovación profunda. Y arriesgada, como todas las renovaciones.
Kaká es uno de los tres o cuatro mejores jugadores del mundo. Pato es un delantero excelente y jovencísimo. A Ronaldinho aún le quedan unos cuantos tiros libres. Lo demás, con la excepción de Pirlo, pronto será material de desguace.
No tengo ni idea de los planes de Berlusconi. Puestos a vaticinar, sin embargo, creo que en el verano acabaremos hartos de Silvio Berlusconi y de Florentino Pérez y de su necesidad de comprarlo todo.
(Por cierto, lean lo que John Carlin escribe sobre el rugby en su nuevo libro, El factor humano. Da igual que no les guste el rugby o no les gusten los libros: es deporte en grado sublime).
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