Obama, Kaká y un mundo mejor
- "Hay una palabra que ya no se oye en los vestuarios: hipoteca".
Nial Quinn, ex jugador y hoy presidente del Sunderland
Es justo y apropiado que Kaká haya elegido rechazar el ofertón del Manchester City la misma semana que Barack Obama ha llegado a la presidencia de Estados Unidos, inspirándonos con un llamamiento a la renovación moral.
Kaká es un cristiano devoto sometido, a lo largo de unos 40 días, a la tentación. La oferta ante el crack brasileño fue vender su alma futbolística a cambio de la riqueza terrenal. Figura estelar de una organización llamada Atletas de Cristo, a Kaká le gusta vestir camisetas que llevan el mensaje Pertenezco a Cristo. Consecuente con su fe, siguiendo el ejemplo de su maestro celestial, rechazó la oferta del diablo. Eligió bien. Se hablada de que le llegarían a pagar 500.00 euros a la semana, pero entendió que para un agraciado de Dios como él, jugar en el Manchester City significaría descender a los infiernos.
La parábola de Kaká tiene un valor eterno. Milita en el Milan, un club grande con jugadores grandes. El Manchester City es un club pequeño con jugadores pequeños, y una grotesca abundancia de efectivo. Desde que las personas más ricas del mundo, los jeques petroleros de Abu Dhabi, se compraron el City en agosto, no han dejado de jactarse de su desmesurada ambición. Declararon que serían más grandes que el Manchester United, el Milan o el Real Madrid; que la santa trinidad de Cristiano Ronaldo, Leo Messi y Kaká no podría resistirse a sus millonadas. Como para demostrarlo, dieron un golpe de efecto, nada más llegar, con el fichaje de Robinho, por el que pagaron más de lo que valía al Madrid y al que recompensaron con el sueldo más grande del mundo.
Robinho -ahora lo vemos- cometió un error catastrófico. El Chelsea pugnaba por contratarlo también, pero ofrecía menos. Entre otras cosas, la tajada que el City ofrecía a su agente (que Robinho ha tenido la inteligencia, demasiado tarde, de despedir), era muy superior. Es verdad que Robinho ha tenido sus momentos brillantes, pero ni él ni su equipo han demostrado mucha consistencia en lo que va de temporada. A tal grado que no es del todo imposible que acaben descendiendo a Segunda. Si Robinho hubiera optado por el Chelsea habría tenido que conformarse con unos míseros 120.000 euros a la semana, pero estaría hoy compitiendo por el título inglés y la Champions.
Lo curioso es que, dado el patético ejemplo que le ha dado su compatriota, el siempre pulcro Kaká se haya pensado tan en serio la oferta del City. Él mismo lo confesó: "He rezado mucho, intentando entender cuál era el equipo indicado para mí".
Kaká, amigo, ¡por favor! ¿Nos toma por tontos? ¿O será quizá que es él el tonto? ¿Qué Dios le colocó la totalidad del cerebro en los pies? No. Más bien debe de ser que en su esmero por transmitir una imagen de virtud cristiana, no pudo reconocer la indigna verdad de que dudó, crasa y sencillamente, entre el fútbol y la codicia.
Pero bueno: ése es un problema entre Kaká y su Dios. Lo que la historia relatará es que tomó la decisión correcta, que ha hecho mucho bien para sí mismo y para el deporte. En esta semana de renovada esperanza mundial nos ha brindado un mensaje tan inesperado como feliz: que no sólo del pan vive el fútbol, que todos los petroeuros del mundo no son suficientes ni para atraer a los mejores jugadores ni para confeccionar un equipo triunfador.
Kaká no es Obama pero, gracias a ambos, el mundo hoy es un poco mejor.
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