Ternuras que matan
No lo logra siempre, pero cuando lo consigue hace sangre, hiela sonrisas y provoca un intenso frío interior. Es Albert Pla, quien con su nuevo espectáculo se aleja en cuanto a resultados de El malo de la película, su montaje de 2006, y se acerca al gran Pla de Supone Fonollosa, estrenado allá por los noventa. Es más que nunca un Pla narrador, un cuentista que desgrana historias articuladas en torno a las letras de sus canciones, convertidas en simple bosquejo, cuatro pinceladas en forma de acorde que sirven para arropar su voz y permitir al público reconocer las composiciones. Es un Pla desnudo que en consecuencia desnuda sus canciones.
Eso es lo que se puede ver hasta el domingo en el Lliure. Pla maneja luces, usa un casete para emitir sonidos y ritmos, esparce humo para ambientar sus historias, interpela a la audiencia, fuma porros y deambula por escena adoptando el papel de siempre, ese que le presenta como un artista ingenuo e inofensivo, cuando en realidad sólo ha venido al mundo con la intención de tajar. Vestido con una suerte de hábito harapiento, con una guitarra como única compañía y las canciones de su último disco como arquitectura del espectáculo, Pla estuvo espléndido en determinados momentos, obvio en algunos instantes y, por encima de fragmentos en los que la reiteración mandaba acercarse al tedio, inspirado y certero.
Albert Pla
Teatre Lliure.
Barcelona, hasta el domingo.
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