Y la lluvia ofreció una tregua...
Contra pronóstico, el mal tiempo no impidió que más de 4.700 niños desfilasen en la tamborrada - San Sebastián vuelve a fundirse en un abrazo con su bandera
"De aquí nos vamos para casa corriendo a secarte". Nada más terminar su hija el recorrido, María José, madre y donostiarra practicante, le puso un chubasquero a su niña para protegerla de la lluvia. Uxue, de nueve años, terminó así con éxito el recorrido de la tamborrada infantil, a pesar de que la lluvia rompió, poco antes de terminar el desfile, la tregua que había concedido a la tropa. Afortunadamente, las predicciones que anunciaban mal tiempo no acertaron del todo.
A mediodía, un sol espléndido completaba una imagen de tarjeta postal en los jardines de Alberdi Eder, poco antes de que más de 4.700 niños recorriesen las calles de San Sebastián interpretando los sones del maestro Raimundo Sarriegui. Eso sí, con un ojo puesto en las nubes y acelerando el paso en los últimos tramos al caer las primeras gotas del cielo. También a esa hora se hizo entrega del Tambor de Oro en el Ayuntamiento a Iñigo Olaizola, organizador de la Donosti Cup.
"Aquí sólo vienen los que tienen algún vínculo con la ciudad"
La fiesta más emotiva de la capital guipuzcoana comenzó unas horas antes, a medianoche, en un abrazo colectivo al color blanquiazul de la bandera donostiarra. En una noche fría, pero seca, el alcalde, Odón Elorza, izó la enseña a medianoche en la Plaza de la Constitución y dio paso a la fiesta. En los balcones numerados de la plaza eran habituales las banderas y las pancartas reivindicativas de la izquierda abertzale, aunque con menor presencia que en otras ocasiones. La de Palestina lucía debajo del número 72, la chilena del 20 y la de la Real Sociedad en el 16. Un anagrama de ETA de varios metros de largo colgaba debajo del 114. Además de los tamborreros y algunos espontáneos que querían ver la fiesta subidos al escenario, los familiares de presos etarras también pudieron subirse a teatralizar su dolor. Detrás de ellos colgaba una gigantesca pancarta con la palabra "amnistía", que nadie estimó oportuno quitar.
"Me encanta esto", comenta Silvano, estudiante de arquitectura, italiano y ex Erasmus en San Sebastián. Cuenta cómo aprovecha esta fecha junto a una decena de compañeros para reencontrarse con su vieja vida. "Aquí sólo vienen los que tienen algún vinculo con la ciudad", explica este donostiarra de adopción. La fiesta, según él, mantiene intacto ese carácter de club exclusivo, de secreto entre amigos, que el turismo de masas ha desvirtuado en incontables lugares del mundo.
Tras la arriada de la pasada medianoche, la fiesta cederá todo su protagonismo a otro emblema blanquiazul de la ciudad, la Real Sociedad, que celebra el centenario de su fundación.
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