El vestuario ignora la crisis
Los jugadores del Madrid se muestran indiferentes con la dimisión de Calderón
Pasó el temporal, subieron las temperaturas y ayer amaneció despejado sobre el vestuario de Valdebebas. Brilló el sol y la sierra de Guadarrama, cubierta de hielo y nieve, hizo de espejo sobre el paisaje. A la luz de esta atmósfera cegadora salió Juande Ramos, arquetipo de profesional del fútbol moderno, imperturbable como un cirujano, charlando distendidamente con el nuevo presidente del Madrid, el naviero Vicente Boluda, visiblemente dichoso ante la oportunidad que se le presenta. Las cámaras de Real Madrid Televisión registraron este momento en exclusiva y lo difundieron censurándolo todo menos ese intercambio breve pisando el campo en el que ambos gestores parecían cotejar su impresión sobre la crudeza del invierno.
La plantilla no tenía, en su mayoría, afinidad personal o política con el ex presidente
"Nosotros, a lo nuestro", dice uno de sus miembros más veteranos
Esta foto persiguió representar la bajada del telón de la crisis. Media hora antes, como en la penúltima escena de un drama, el que había visitado Valdebebas había sido el presidente saliente, el dimisionario Ramón Calderón, que se despidió del entrenador y de los jugadores en una reunión calificada de "privada" por el propio Juande.
Con este formalismo, el club dio por cerrada la presidencia más frágil y atacada de su historia y el vestuario abrió las puertas al quinto presidente en tres años. Los jugadores interpretaron su papel con menos perplejidad que indiferencia. En la mayoría de los casos, no tenían una afinidad personal ni política con Calderón. Mucho menos con Boluda.
Raúl, Casillas, Guti, Salgado y Ramos ya saben lo que es vivir en un club con un presidente deslegitimado, ausente, dimitido o interino y bajo la dirección técnica de un entrenador sin autoridad. Los cinco son veteranos del turbulento invierno de 2006. El 27 de febrero de ese año, Florentino Pérez convocó una conferencia de prensa para anunciar su dimisión con palabras autoinculpatorias. "Soy un tapón que era necesario quitar", dijo. A partir de ahí, el Madrid transitó a la deriva, gobernado entre conspiraciones y atentados contra los estatutos, con dos presidentes interinos, Fernando Martín y Luis Gómez Montejano, hasta la convocatoria de elecciones en junio. Fue el principio de un periodo de inestabilidad al que la dimisión de Calderón no pondrá fin. El descubrimiento de que la última asamblea de compromisarios, en la que se aprobaron las cuentas, fue amañada, precipitó los acontecimientos. Para los jugadores más veteranos del equipo esta situación de inestabilidad no es nueva. Se saben de memoria el libreto para estos casos. Como dijo uno: "Nosotros, a lo nuestro".
"Lo nuestro", para el vestuario, son los entrenamientos, los partidos y el cobro puntual de la nómina. Así es el fútbol moderno. Desde hace diez años, estos jugadores vienen escuchando que el principal valor de un futbolista del Madrid es la profesionalidad. Actúan en consecuencia. Hacen lo que les piden.
En la primavera de 2006, el equipo tiró del club. En la Liga, con Florentino Pérez en el cargo hasta la jornada 25ª, ganaron 15 partidos, empataron tres y perdieron siete. Cuando se marchó el presidente, iban terceros. Al cabo de tres meses de turbulencia institucional, en la jornada 38ª, el equipo se aseguró el cuarto puesto y se clasificó para la Champions después de ganar cinco partidos, empatar siete y perder uno.
Con Florentino Pérez o sin él, las cosas no cambiaron. Fue una gesta ingrata. Mérito de una plantilla con jugadores que hoy ocupan puestos clave en el equipo. El más importante es Raúl, cuyo poder no ha dejado de crecer desde entonces. Con Calderón, Raúl ejerció de capitán, de asesor de la presidencia y de consejero del director de fútbol, además de intermediar en el fichaje de Juande.
Más que a ningún otro futbolista es a Raúl a quien puede afectar la actual tormenta. Al resto les da casi lo mismo. Al menos, de momento.
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